TEtstamos viendo una respuesta social ante la pérdida de nuestras masas forestales con multitud de acciones encaminadas a la plantación de arbolado, sobre todo con niños en actividades escolares o bien con voluntarios tutelados por una asociación. Esta respuesta de lo social ante un problema ambiental, como son los incendios forestales, es digna de un reconocimiento de méritos que ayudan a crear una sociedad más respetuosa y comprometida con el medio que le rodea. Son múltiples los beneficios directos e indirectos que encuentra la comunidad docente en la acción de plantar un árbol. Por una lado está el elemento didáctico que supone la planta y el medio que cobija al árbol. Por otro lado supone al alumno y al docente un encuentro con nuestra propia naturaleza humana; la noble acción de plantar árboles ha acompañado al hombre a lo largo de la historia, plantándolos para poder obtener materias primas o bien para satisfacer placeres a la vista, o fortalecer el alma, como dirían los japoneses con sus pequeños jardines familiares. De una u otra forma, el hombre y el árbol están unidos en una historia de amor y odio, en donde hay capítulos dedicados a la plantación y otros dedicados a la destrucción. Cuando se ven niños plantando árboles suponen los capítulos más bellos de la historia entre ambos. Pero mientras los bosques retroceden muy pocos se crean, la velocidad de destrucción es mayor que la de recuperación y esto lamentablemente, es un hecho muy constatado. También lamentablemente, la viabilidad de muchas de estas plantaciones sociales es muy dudosa. Llevo 20 años comprobando en Extremadura algunas de estas repoblaciones efectuadas y puedo dar cuenta de que mucha de la planta que se pone en este tipo de acción no prospera. Y no lo hace no por la falta de motivación de los que emprenden la acción, normalmente sobrada, sino por la falta de preparación de la acción en sí: adecuación del terreno, sobre todo el ahoyado, eliminación de competencias, fechas adecuadas, etcétera. Es recomendable utilizar en estas acciones, o obras sociales, la siembra directa con semillas de las especies que queramos implantar, reduciéndose las necesidades previas a la plantación y ofreciendo mayor garantía de éxito. Si la sociedad se conforma con los árboles que puedan plantar los niños en los terrenos incendiados, entonces será verdad aquello que relataba Tolkien de la destrucción de los bosques en sus historias de orcos o Michael Ende con el avance de La Nada en su Historia Interminable.

*Ingeniero Técnico Forestal