TEtl robo de plantas y arbustos en los jardines de Cáceres ha producido desasosiego al personal. Se suponía que esta ciudad, --patrimonio de la humanidad--, tenía una cierta clase cívica, un saber estar, saber de respetar lo público y cooperar a su embellecimiento, pero estamos rodeados de gente que no se para en admirarla: si puede, la saquea.

La cosa podría pararse si a esas plantas les pusieran un microchip que advirtiera a las visitas: soy una planta robada del parque del Principe . Claro que si se lo pusiéramos a todo lo indebidamente conseguido, el guirigay sería mayúsculo: sonarían, en los almacenes de los anticuarios los cálices y cuadros sustraídos en las iglesias; en las inmobiliarias habría que entrar protegidos para que no reventara el tímpano; en algunas farmacias calarse unos buenos tapones y en ciertos bares entrar con casco.

Más allá de fantasías, parece urgente volver a la pedagogía de siempre: la que enseña que el fin no justifica los medios y a alentar, frente al individualismo que arrampla con todo lo público, a la persona inteligente, responsable y solidaria, que trabaja cuanto puede para el bien de la colectividad y de su entorno, si no queremos quedarnos, a este paso, solo con los troncos.

*Licenciado en Filología