El futuro ya está aquí. Después de tantos años de palos de ciego entre distopías y utopías, de Blade Runner a Orwell , resulta que el futuro ha venido y nadie sabe cómo ha sido. Influidos por tanta literatura, esperábamos otra cosa, hay que reconocerlo. No sé, casas dirigidas por robots, escafandras para salir a la compra, teletransporte, pastillas para comer... Pero no, nada de quema de libros (todo se andará), ni replicantes ni trajes de neopreno y lamé Barbarella fashion. Hemos empezado por lo más sencillo, y a la vez, lo más efectivo: los yogures no caducan, las niñas no quieren ser princesas (no me extraña) y los políticos se dirigen a los ciudadanos a través de pantallas de plasma.

La transición ha sido tan modélica como el paso de la dictadura a la democracia. Primero empezaron con las ruedas de prensa sin preguntas, y han acabado sustituyendo la presencia real por la virtual, aunque el resultado es el mismo. Desde la pantalla, no se sabe muy bien desde qué planeta oculto, el dirigente habla y habla protegido de los periodistas por el plasma.

No sabemos si desaparecerá la monarquía. Tampoco conocemos qué terrible pandemia puede ocasionar la toma de un yogur caducado, pero no se preocupen. Se hundirá el mundo, se quemarán libros, habrá rebeliones en las granjas y surgirán los gamma y los alfa haciendo real la ciencia ficción dentro de nada. Ellos estarán ahí para salvarnos. No responderán a nuestras preguntas ni darán la cara. Los dioses del plasma son así. Quién me iba a decir que añoraríamos los tiempos en que Gran Hermano solo era un programa. Repitan conmigo: El Plasma es bueno. Yo creo en el Plasma.