TBtienvenidas sean las Plataformas cívicas que quieran salvar algo. La que se acaba de abrir en Badajoz quiere salvar el río Guadiana. Todos sabemos que nuestras vidas son los ríos y si se mueren los ríos, se acaban nuestras vidas y al mar sólo van a parar botellas de güisqui y preservativos usados. Nuestras vidas son los ríos y la del poeta Manuel Ramos, las lagunas de Ruidera, tenaces, escasas, insistentes y feraces de higos a brevas. La vida del poeta Manuel Ramos está salpicada de aventuras literarias que autoedita e ilustra (con la genial ayuda de mi prima Lourdes ) como el libro sobre malos tratos o violencia de género que acaba de sacar. Libro en el que escriben autores como Dulce Chacón, Justo Vila u Oscar Baselga. La vida de Manuel Ramos es en sí misma una plataforma literaria que quiere salvar, al menos, una autoedición excelentemente hecha.

El río Guadiana tiene aún un pálpito, un latido que sólo se escucha en el corazón y en la memoria de quienes metimos los pies y la cabeza en sus aguas y aún los conservamos. Es un latido que habla de bogas, de barcas planas, de zambullidas adolescentes y de ahogados misteriosos que al amanecer, entre la niebla, sacaban con ancla los bomberos. Dentro de sus aguas descansan las cenizas del poeta Pacheco y las historias de contrabandistas, los acordes de Esteban Sánchez y las hazañas de Palín (la persona que mejor nadó ese río). Cuando muera, si la plataforma no lo remedia, morirán pedazos de nuestras vidas y como si de un Ganges doméstico se tratara, pasará a ser río de muertos y no de poemas, donde Caronte hará regatas con Némesis (que reirá su venganza por nuestro abandono).

*Dramaturgo y director del Consorcio López de Ayala