Más de 900.000 extremeños están llamados hoy a las urnas para elegir a quienes gobernarán la comunidad autónoma y los ayuntamientos los próximos cuatro años. Si todas las elecciones son importantes por el hecho de que son la máxima expresión de la participación ciudadana, las de hoy reúnen un factor que le otorga aún mayor valor: los sondeos previos han dibujado un panorama para la Asamblea regional de mayorías de muy estrecho margen, y también de un probable regreso de IU a la misma, quién sabe si con escaños decisivos. En estas circunstancias, acudir a votar hoy adquiere mayor valor porque cada sufragio contará más que cuando las diferencias entre los partidos son más holgadas. Una clave importante es que los nuevos gobiernos tendrán la responsabilidad de liderar la salida de la crisis y la creación de empleo, cada uno en la medida de sus posibilidades.

Los ciudadanos, como otras veces, pueden haberse quedado con la impresión de que aquellas cosas que deberían haber sido el centro de los mensajes, tratándose de elecciones municipales y autonómicas, han pasado a un segundo plano. A nivel nacional, el PP ha intentado convertirlas en unas previas de las generales del año próximo. Zapatero y los líderes nacionales del PSOE, desgastados por el poder en estos tiempos de crisis, se han centrado en salvar los muebles y alejar los nubarrones que anunciaban los sondeos. Quizá era demasiado pedir que asuntos tan importantes como los efectos de la crisis y las políticas tanto del Gobierno central como de los autonómicos quedaran al margen, cuando son justamente las cuestiones que más preocupan: el crecimiento del desempleo y las mermas en el Estado del bienestar. De todas formas, hay aspectos de esta campaña que no deben echarse en saco roto. Se ha podido evitar que las primarias del PSOE para suceder a Zapatero empañaran los comicios, como se temió inicialmente y que era uno de los argumentos de quienes reprocharon al presidente el momento elegido para proclamar su renuncia. Resultado, o no, de todo eso parece que los partidos, y no únicamente los más perjudicados en las encuestas, ya no creen a pies juntillas que los resultados de hoy sean calcados a los que anunciaban los sondeos.

La campaña comenzó con el ´efecto Bildu´, pero en la recta final ha adquirido una importancia crucial el Movimiento 15-M, una revuelta civilizada que entronca con el desencanto de quienes creen en la democracia, pero se sienten defraudados tanto por la política en sentido estricto como por el presente y el porvenir de los jóvenes, sometidos a la dictadura del beneficio que es, en definitiva, la ley de los mercados que se ha impuesto a los gobiernos. Autoconvocadas a través de las redes sociales, el domingo de la semana pasada miles de personas se dieron cita en decenas de plazas del país en un movimiento que desde entonces no ha hecho más que crecer y cuyo desarrollo es una incógnita. Aunque se ha presentado como no organizado, sino asambleario, da muestras de inteligencia. Han sabido eliminar esa impresión de estar llamando a la abstención, que en los primeros días era ostensible, con reiteradas declaraciones de sus portavoces a título personal en las que han aparecido como probos ciudadanos pronunciándose a favor de las urnas. Hoy es el día.