Escritor

Se celebra el primer pleno municipal. En el salón de actos, la caravana periodística de Badajoz acude presurosa; todos con gran regocijo cuando de Celdrán se trata. Celdrán, como se sabe, llama al pan huevo y huevo al vino, con lo que nuestros aguerridos muchachos mesnados por el portavoz y presidente de la Asociación de la Prensa, son dirigidos hacia el buen camino, y algunas veces al buen yantar, aunque alguno reciba algún varapalo cuando el mesnador se entera que alguno abordó al munícipe mayor sin pedir usía. La sesión comienza y el regocijo se palpa. En las filas de la oposición la tristeza se corta en rodajas como queso fresco, y en el gobierno, los azules y añiles se entremezclan con los rosas pálidos y turquesas. Inicia la sesión el munícipe mayor:

--Señoras y señores concejales, vamos a dar inicio al primer pleno ordinario de la corporación municipal después de las últimas elecciones...

Se desliza el codo del secretario:

--Perdone, don Miguel, pero es extraordinario.

--Ah, que me dice el secretario que es extraordinario... Bueno, pues ahora celebraremos el extraordinario y después vendrán los ordinarios:

Vuelve a deslizarse el codo del secretario:

--Son todos extraordinarios.

--Que me dice el secretario que son todos extraordinarios. Bueno, pues que sean como Dios quisiere.

Con la avenida de Elvas ha sucedido que no estaba allí el secretario, ni el genial Bonilla, y ha sido Polo, el gran Polo, el Polo al cuadrado, el que ha descubierto que tienen un metro menos de lo que dice la memoria y los planos. ¿Cómo ha sido? Nadie se lo explica. ¿Habrá pasado aquí como con la discusión de los plenos, donde tanto gozan los periodistas de la ópera bufa...?

¿Y en Cáceres, cómo serán los plenos, ordinarios o extraordinarios? Y los cambios en la Junta son ordinarios o extraordinarios... Se ve que está todo el mundo engrasando los ejes de mi carreta. Pero gracias a Celdrán, el cotarro siempre se anima un poco. No todo son desgracias con Celdrán. A mí me apasiona, la verdad.