Para Rosa Prieto

Es inevitable. Ningún corazoncito que sea ateo por la gracia de Dios (copyright de Tierno Galván: «Dios nunca abandona a los buenos marxistas») podría evitar una palabra sobre asuntos donde la religión, que está siempre del lado de la riqueza, se comporta y expresa con naturalidad.

O sea, a corazón abierto. Y tal es el caso, este caso. Es decir, ¿qué corazoncito podría evitar pronunciarse sobre el colegio Salesianos del barrio madrileño de Tetuán, por ejemplo? Y es que, aún tratándose de un caso local, circunscrito no ya a una ciudad sino a un barrio, el colegio en cuestión, que se rige por la religiosidad católica de su fundador, Juan Bosco, define a los pobres como «personas mediocres», a diferencia de los ricos, que son «personas de éxito». Y España, como se sabe, no está precisamente justita de pobres.

Tal enseñanza a los colegiales se produce cada mañana, durante la oración previa que realiza el centro antes de empezar con el ácido ribonucleico, la novela picaresca, los logaritmos, las cordilleras, etcétera. Y se produce a través de un video que la congregación salesiana envía a sus 96 colegios en España como preparación para sus actividades educativas.

Vale, ya no es solo un centro, sino 96. Pero lo importante es la educación. Y el video preparativo tiene escenas que educan perfectamente sobre la diferencia entre ser pobre o ser rico, que es lo que realmente importa (o debería), más que la historia, la ética o el arte, entre otros coñazos. Sirva como ejemplo la escena donde aparecen un pobre y un rico con la misma ropa, y hasta conversan (qué vulgaridad), pero que se distinguen por lo que poseen: así, mientras el pobre se jacta de su hucha de cerdito, el rico ni siquiera alardea de su moto de gran cilindrada.

Pero lo mejor del video son sus instrucciones. Al salesiano no le hace «falta ningún máster, ningún curso», dice la grabación, ya que eso «son excusas de mentes mediocres». Más aún: las titulaciones son «un manojo de pergaminos». Así pues, para triunfar, al salesiano le basta con «tener costumbres de ricos». Es decir, pasen los votos de obediencia y castidad. Pero el de pobreza...