TMtucho hablar de las víctimas del terrorismo, pero la verdad es que nadie les hace demasiado caso, tras haberlas convencido de que son el eje sobre el que gira la realidad política. Y, entonces, algunas asociaciones de víctimas, que no perciben la manipulación de que las hacen objeto ciertos políticos, creen que tienen derecho a, por ejemplo, dictar o vetar leyes, poner o deponer gobiernos. Y quizá lo tengan, pero no es eso. O al menos no así, y ya se van dando cuenta, me parece, de que su protagonismo real no es tanto como el ideal. Ni mucho menos.

El caso es que, muy justamente, algunas víctimas del 11-M, ahora que recordamos aquellos días ominosos, lamentaron que nadie les recordase en la manifestación del pasado sábado, donde solo parecieron existir los golpeados por ETA. Y otras víctimas se me expresaron dolidas porque nadie se les acercase el domingo en el acto de inauguración del monumento a los caídos el 11 de marzo de 2004 por culpa de las bombas del terror.

Claro que los políticos que asistieron a este acto de conmemoración de aquellas jornadas dolorosas de hace tres años, estaban a otra cosa. Zapatero y Rajoy los primeros. Estaban a desdeñarse los unos a los otros con ostentación y alevosía. Estaban a mostrar que no se hablan ni siquiera a la hora de ir a repudiar el terror. Pero a los familiares de aquellos 192 muertos, ni puñetero caso. Los del PP, porque a veces parece que hay víctimas de primera, las que condenan al gobierno socialista, y de segunda, que solo sufren y más bien callan que gritan. Los socialistas, quizá porque no está la cosa como para desperdigarse haciendo carantoñas a las víctimas, que al fin y al cabo suman pocos votos.

Pobres víctimas, que las hicieron creer que eran el centro del mundo y apenas están quedando en munición electoral...