La celebración, el domingo en Bilbao, del Aberri Eguna (Día de la patria vasca) fue una muestra más de las dificultades que atraviesa el Partido Nacionalista Vasco para asumir su doloroso pase a la oposición, pese a ser la fuerza más votada y con más escaños en el Parlamento de Vitoria. Los nacionalistas, que han celebrado en el poder las 30 ediciones precedentes de esta jornada de exaltación patriótica, volvieron a poner en duda la legitimidad del Gabinete que se dispone a formar el socialista vasco Patxi López con los votos del PP. Y lo hicieron con palabras gruesas. El presidente del PNV, Iñigo Urkullu, proclamó que el nuevo Gobierno de Euskadi "nacerá de la trampa y el engaño", palabras que remiten a las airadas reacciones de quienes pierden las elecciones en países bananeros, pero que son del todo punto censurables en una democracia parlamentaria adulta en la que se ha establecido que el gobierno lo alcanza quien logre una mayoría de respaldos en la Cámara elegida por el pueblo en unas votaciones con todas las garantías.

La escalada verbal del PNV al esparcir dudas sobre el relevo democrático puede dejar muy tranquila a su convencida parroquia, pero es una irresponsabilidad, no precisamente de patriotas, insinuar que en Euskadi ha habido una especie de apaño irregular fuera del marco estrictamente constitucional y estatutario. Los cuadros del PNV tardarán poco en adaptarse a su nueva situación de ocupar los bancos de la oposición, pero la sal que están sembrando estos días puede dejar yermos durante años los campos en los que ha de desarrollarse un juego político desgraciadamente condicionado por un grupo terrorista en clamoroso declive, pero todavía activo.

ETA, por su parte, se sumó a la fiesta del Aberri Eguna al declarar objetivo prioritario para sus acciones asesinas al Ejecutivo que se dispone a formar López. Estamos ante otro patético esfuerzo de la banda terrorista para hacerse oír en una sociedad que le ha dado la espalda. El PNV fue una vez más contundente en la condena de este nuevo desafío de los descerebrados de ETA. Pero de un partido que ha gobernado el País Vasco durante tres décadas bajo la presión de las bombas y las pistolas se esperaba mucho más que una pataleta infantil y unas alusiones a la "mayoría natural" --término ya utilizado por Manuel Fraga para señalar que la derecha debía gobernar España-- de los nacionalistas en Euskadi, como si ese país fuera el jardín de exclusiva propiedad de una fuerza política.