Podemos tiene un dilema en Extremadura. El gobierno de Vara no ha aceptado su propuesta de poner en marcha un plan de empleo con 15.000 puestos de trabajo valorado en 170 millones de euros y, por tanto, no ha querido pactar los presupuestos del 2019 como sí hizo en 2018. Los socialistas, en consecuencia, han actuado en solitario y han presentado las cuentas en el Parlamento sin negociar. Sin embargo, con 30 diputados en su grupo no tienen mayoría suficiente para sacarlos adelante. Necesitan que los morados, con 6 diputados, al menos se abstengan. No en vano, el PP, con 27 diputados, ya ha dicho que va a presentar una enmienda a la totalidad y que dará un no rotundo a las cuentas presupuestarias. En resumen, que una negativa de Podemos llevaría implícita su alineación con los populares y el derribo de los presupuestos y un sí o una abstención que salieran adelante a pesar de no haberlas querido pactar con el PSOE.

Quedan al margen el único escaño que tiene Ciudadanos y el no adscrito de Juan Antonio Morales, ahora en Vox, pero los mismos no suman mayorías ni en uno ni en otro sentido y su decisión es solo simbólica.

Podemos se convierte sin quererlo en protagonista absoluto del momento. Por ello, debe jugar bien sus cartas si no quiere salir escaldado. Hay que tener en cuenta que el calendario fijado en el Parlamento regional, con debate de enmiendas a la totalidad primero y de enmiendas parciales después, hace que la votación de los presupuestos se alargue hasta el 15 de enero, justo cuando restan apenas cuatro meses para que arranque la campaña electoral. Las elecciones autonómicas son el 26 de mayo y el trance de Podemos a estas alturas de la película resulta de difícil digestión. No quieren parecer el bastón del PSOE, pero tampoco darle alas al PP. Las palabras de su secretario general, Álvaro Jaén, de este semana son clarividentes. Por un lado, ha acusado al PSOE de soberbio y de que actúa como si tuviera mayoría absoluta, pero por otro ha sentenciado que «en ningún caso le va a hacer el juego a quienes tienen como único objetivo político aplicar recortes en donde gobiernan».

Hay que reconocer que la experiencia es un grado y que la formación morada ha ganado peso político. No en vano, cabe recordar cómo en 2015, el primer año de legislatura, ejercía una contundente oposición por la izquierda al PSOE, y el PP le hizo la jugada de la cabra apoyando la enmienda a la totalidad que ellos presentaron a los primeros presupuestos de Vara. No es que Monago estuviera de acuerdo con la misma, estaba más bien en las antípodas pues no comulgaba con ninguno de sus preceptos, pero suponía tumbarle las cuentas a los socialistas como así fue. Lo peor vino después cuando el PSOE, para salir del embrollo, pactó los presupuestos con el PP y dejó a Podemos fuera del tablero de juego con la excusa de que eludía el pacto con los partidos de izquierda y obligaba a los socialistas a buscar apoyos en la derecha. Podemos no se quedó quieto, dijo que PSOE y PP eran la misma cosa y se erigió en única oposición todo el año, pero los socialistas volvieron a pactar con los populares un segundo ejercicio, el de 2016, hasta que finalmente en 2017 fue Podemos quien llamó a la puerta del PSOE y se alcanzó un acuerdo presupuestario ‘de izquierdas’ dejando esta vez al PP fuera de la partida.

En esta ocasión Podemos no ha presentado enmienda de totalidad no sea que se la vote el PP y tumbe nuevamente las cuentas y ha optado por enmendarlas parcialmente durante su tramitación. Ha determinado a meses de las elecciones quién es su enemigo, el PP, y quién es su contrincante, el PSOE; todo ello también siendo conscientes del dulce momento que viven ambas formaciones a nivel nacional tras la moción de censura de Sánchez a Rajoy avalada por Iglesias.

Se supone que el PSOE no será tan torpe en el Parlamento y le dará protagonismo a Podemos para obtener algún que otro rédito que pueda presentar a su electorado. Sabe lo difícil que es digerir un trance así teniendo que elegir entre lo malo y lo peor. Pero como, de momento, no se trata de ir preparando el camino de futuras alianzas post-electorales sino de luchar por captar votos dentro del mismo caladero de izquierdas, habrá pugna y pelea; y también disimulo. Todo sea por las urnas del año que viene, que luego el resultado ya determinará cuál es el camino final.