Justo cuando comenzaba estas líneas, se ha convertido en noticia el rumor de que Podemos acudiría a las elecciones de junio conjuntamente con IU. Puede ser una táctica para presionar al PSOE a pocos días de que se agoten los plazos, pero lo cierto es que el contexto político pone en bandeja la coalición.

No sé si es casualidad que el día en que se conoce este rumor hecho noticia Pablo Iglesias entreviste en La Tuerka a Iván Redondo . Podríamos llamarlo el "extraño caso del asesor Redondo", puesto que ha pasado de ser el consejero áulico de Monago a ser comentarista habitual de la izquierda. El pasado 6 de abril escribió en El Mundo 'El efecto mariposa o cómo Podemos+IU serían segundos el 26-J'. Como es habitual en mí, voy a proponer una teoría heterodoxa, lejos del aparente consenso sobre lo virtuoso de esa posible coalición electoral. Yo me apunto a lo que Gaspar Llamazares expuso el 11 de abril en El País: "Si IU se alía con Podemos, será la antesala del fin de la izquierda". Alude el asesor Redondo al efecto mariposa y está bien, pero olvida lo fundamental: Ese efecto forma parte de un constructo conceptual más amplio llamado teoría del caos donde la clave es la imposibilidad de predicción. Y si algo parece el actual sistema electoral español es un sistema caótico. Es decir, que la coalición Podemos/IU puede generar un efecto y el contrario.

Esa posible coalición tiene algunos elementos a favor objetivos y poco discutibles. Por un lado, los españoles sitúan a ambas organizaciones en el mismo lugar en la escala entre la extrema izquierda (0) y la extrema derecha (10): a Podemos en el 2,26 y a IU en el 2,27. Por otro lado, si sumamos el porcentaje de españoles que eligen Podemos como partido más cercano a sus ideas (13,9%) y el que eligen a IU (4,7%) nos saldría un 18,6% que superaría a PP (17,8%), PSOE (17,3%) y Ciudadanos (9,5%).

Ahora bien: ¿Seguirán simpatizando igual después de la coalición? Muy simplificado: ¿Mi amigo sigue siendo tan amigo mío si se junta con otro que ya no me cae tan bien? Tengo una teoría que creo poco alejada de la realidad: todos los votantes de izquierdas que quisieron votar a Podemos ya lo hicieron; es decir, que muchos de quienes votaron a IU es porque, explícitamente, no querían votar a Podemos.

Así que bien podría pasar lo siguiente: a) los votantes que eligieron IU porque no querían a Podemos no votarían esa coalición; b) los votantes de Podemos que no se consideran de izquierdas no votarían esa coalición; c) los votantes decepcionados con Podemos por la gestión del proceso postelectoral podrían escapar a IU, pero si ambas formaciones se unen se quedarían huérfanos, pues votar a IU sería como volver a votar a Podemos, así que tampoco elegirían la coalición.

Se habla de efecto multiplicador por la ilusión que se generaría; sin embargo, se me ocurren muchos sentimientos de los españoles ante el 26-J pero ninguno es la ilusión. Y si la ilusión podría suponer un efecto multiplicador, la desilusión podría suponer un efecto divisor. En cuanto al voto útil, creo que es un concepto que no opera en este contexto, porque si algo ha demostrado el 20-D es que el voto puede ser completamente inútil.

Hablemos de liderazgos. Alberto Garzón (4,68 sobre 10) está mucho mejor valorado que Pablo Iglesias (3,78). Parece evidente que si ambas formaciones acuden juntas el candidato sería Iglesias ; y aunque --muy improbablemente-- lo fuera Garzón , la mayor popularidad de Iglesias (91% frente a 61%) haría que se impusiera su valoración. Más restas.

Y no olvidemos el resultado de la única coalición de izquierdas en España, entre el PSOE e IU para las elecciones de 2000, que supuso una pérdida del 16% para el partido más fuerte, del 52% para el más débil y un desgaste conjunto del 24%. Un desastre.

Es verdad que Podemos tiene una parte de su electorado muy fiel. Si recogemos los datos del CIS sobre ambas formaciones y contamos los votantes más leales de las dos, la coalición podría tener un 16% de voto más que el PSOE y lograr el sorpasso.

El sorpasso es uno de los posibles resultados, pero se podría dar con menos voto conjunto que los 6.453.798 votos de diciembre. El problema de la coalición es que es una apuesta al todo o nada: sorpasso, más votos, más diputados y posibilidad de gobernar. Si cualquiera de esas cuatro cosas falla, la operación habrá sido un fracaso y dejará la izquierda a la izquierda del PSOE en una situación complicada, especialmente a IU. Y aun en el mejor de los casos, el pleno al cuatro, quedaría lo peor: gobernar con una coalición de cinco partidos (Podemos, En Comú Podem, En Marea, Compromís, IU), sin mayoría absoluta y con apoyo de independentistas. Si yo fuera asesor de IU, en fin, sería claro: huid de ese pacto como de la peste. Puedo equivocarme. De hecho, sería lo normal, porque a mí nadie me paga por asesorar y el asesor Redondo es uno de los más cotizados de España.