El pasado 21 el Congreso de los Diputados adoptó dos decisiones importantes, en las cuales tuvo mucho que ver la opinión pública apoyada a través de las redes sociales y del uso de las nuevas tecnologías: por un lado se aprobó la Ley del Tabaco; por otro, la famosa ´Ley Sinde´, finalmente fue retirada en la Comisión de Economía, por falta de apoyos. En ambos casos ha existido una importante movilización ciudadana que se ha beneficiado enormemente del impacto y de la -cada vez mayor- repercusión de la red. En la primera, el concurso entre otras plataformas de la Acción Ciudadana por la Salud y el Cambio de la Ley de Tabaco, ha sido crucial. El desmoronamiento de la segunda, ha sido propiciado en buena medida por la repulsa que desde las asociaciones de internautas y otros colectivos similares, que a golpe de clic han logrado sus objetivos. Parece obvio, que existe una fuerza que emana de la ciudadanía y que encuentra en el contexto de las redes cibernéticas una complicidad extraordinaria.

Consciente de este poder, de la necesidad de contar con la opinión de la ciudadanía para lograr una gestión más democrática y participativa de la acción gubernativa, la clase política comienza a sumergirse en nuevas fórmulas de gobierno, iniciadas en buena medida por Barack Obama y enmarcadas en el concepto de Gobierno Abierto, que encuentra en Internet un aliado estratégico para su desarrollo. Si a eso se le une la presunta "falta de transparencia" que WikiLeaks ha sacado a la luz, todo parece indicarnos que iniciativas como la puesta en marcha por el gobierno vasco (Irekia) o la que recientemente ha lanzado el gobierno de Fernández Vara en Extremadura (Opinaextremadura), contribuyen al desarrollo de estas nuevas fórmulas de democracia participativa con las que los ciudadanos nos sentimos más dinámicos y con las que se nos otorga un nuevo poder que anteriormente no teníamos y que en buena medida ahora nos fortalece.