Por si había alguna duda, la nueva condena al oligarca Mijail Jodorkovski revela que el Estado de derecho en Rusia es una rara especie y que, pese a la aparente normalidad democrática, hay presos políticos. El magnate y antiguo propietario de la petrolera Yukos no es ningún angelito, como no lo es ninguno de los oligarcas que se apoderaron de los bienes de la antigua Unión Soviética. Por esta misma razón, todos aquellos personajes que de la noche a la mañana, abusando de su proximidad al aparato burocrático soviético, se convirtieron en dueños de enormes intereses y amasaron fortunas inauditas deberían haber acompañado a Jodorkovski en el banquillo de los acusados y en su estancia obligada en un penal siberiano. Por el contrario, solo el exdueño de Yukos ha sido juzgado y condenado, no solo una, sino dos veces. Jodorkovski tuvo el atrevimiento de apoyar a la oposición política y, en un régimen autoritario como el creado por el expresidente y actual primer ministro, Vladimir Putin, esto se paga muy caro. El magnate fue condenado a ocho años de cárcel en el 2005. Con el segundo proceso, Putin se asegura que siga en prisión al menos otros siete. En este periodo habrá dos elecciones presidenciales, en 2012 y en 2017. La condena cierra el paso a toda hipotética aspiración a hacer sombra al zar o a quien este decida presentar. En pleno proceso, Putin ya condenó de antemano a Jodorkovski en televisión. Demostró así que la suerte de este estaba echada y que en Rusia la separación de poderes es una pura ilusión.