Estos días ha comenzado el proceso de regularización de inmigrantes más amplio de los llevados a cabo en los últimos años.

Muchos nos preguntamos si se seremos capaces de ofrecer a toda esta gente una vida digna, la seguridad de que sus derechos serán salvaguardados y de que la integración en la sociedad española será lo menos traumática posible para todos. Yo lo dudo bastante por varias razones.

Primero, porque, aunque aseguran que los 800.000 más o menos que se van a acoger a este proceso ya viven aquí y de hacer uso de los servicios gratis pasarán a pagar la seguridad social y sus impuestos, habrá que ver cuántos de ellos mantienen un trabajo más o menos estable y por cuánto tiempo.

Y, segundo, porque una vez legalizados traerán por la vía del arraigo familiar a sus parejas e hijos. Los expertos hablan de que el número de 800.000 podría convertirse en el doble o el triple por esta vía del arraigo. Entonces, los problemas para dar vivienda, trabajo, educación y sanidad a estos cientos de miles de personas serán tremendos. Y puede que además se produzca en un momento en el que la economía española no esté tan boyante como lo ha estado o está en este preciso momento.

Los expertos ya hablan de una ralentización en el crecimiento, de problemas graves de competitividad, quizás de empleo y de subidas de tipos de interés para el segundo semestre del año.

Por si todo esto fuera poco, no se ven medidas duras para que el goteo continuo de llegadas de inmigrantes cese, tanto por mar como por tierra. Y todo esto con la Unión Europea pidiendo explicaciones de cómo se están haciendo las cosas. Se puede hacer mucha demagogia con este asunto. Muchos se apuntan al algo hay que hacer porque ya están aquí . Es verdad, pero la política de inmigración como otras no puede mirar al cortísimo plazo, si no queremos marginación y problemas de arraigo y de convivencia a medio plazo.

Es más que probable que la economía española no pueda absorber la masiva mano de obra que se le viene encima. Y dudo mucho de que la inspección de trabajo de abasto para perseguir el fraude que con toda probabilidad se seguirá dando.

Con todo, lo peor, será que no podremos ofrecerles lo que vienen buscando, que no es otra cosa que una vida digna.

Una vez legalizados, los inmigrantes traerán a su familia. Los 800.000 podrían convertirse en el doble o el triple por esta vía del arraigo. Los problemas para darles vivienda, trabajo, educación y sanidad a estas personas serán tremendos