La batalla que mantienen Pablo Iglesias e Íñigo Errejón por controlar Podemos ha sido negada por sus incondicionales hasta que ellos mismos la han desvelado en Twitter. Está bien que las cosas que afectan a lo público sean públicas, aunque algunas mentes rancias sigan defendiendo el mantra franquista de “lavar los trapos sucios en casa” (con lo mal que huelen las casas cuando hay tantos trapos sucios). Sin embargo, no es una pelea demasiado emocionante. Más bien patética. La batallita táctica entre asustar a los poderosos (Iglesias) y no asustar a la ciudadanía (Errejón) es estéril por falaz. Son dos cosas perfectamente compatibles, y deben serlo. La guerra de fondo es la de siempre. La que década tras década ha paralizado o pervertido a la izquierda.

Si el PSOE ha entrado en barrena desde 2010 es porque ha transmitido a la ciudadanía que a la hora de la verdad no se pone enfrente de los poderosos, a no ser para compartir mesa. Y si Podemos no crece más es porque además de asustar a los poderosos ha asustado a mucha más gente de forma innecesaria.

Asustar a los poderosos es decirles que quien robe tendrá que devolver lo robado, ir a la cárcel y quedarse algo más que un rato. Es decirles que no pueden hacer negocio con lo público. Es decirles que la política no les pertenece. Es decirles que no pueden seguir aumentando sus cuentas corrientes mientras haya gente que pasa hambre. Eso lo dice Podemos y el PSOE no puede sino asentir, si quiere seguir siendo un partido de izquierdas.

No asustar a la ciudadanía es no demostrar odio por quienes están llamados a ser tus aliados. Es no ser ambiguo ante quienes han practicado el terrorismo. Es no tomar ejemplo de regímenes escasamente democráticos y políticamente fallidos. Es no dar alas a algo tan reaccionario como el nacionalismo. Es no tratar de forzar una “revolución al instante” cuando no existe una mayoría social que lo avale. Podemos no puede aspirar a gobernar mientras no asuma esto.

Estamos hablando del mismo problema estratégico de siempre en la izquierda: pragmatismo para transformar la realidad progresivamente o cómoda instalación en la utopía haciendo una enmienda a la totalidad del sistema. La historia da la razón mayoritariamente a quienes defienden lo primero, pero las duras crisis económicas que se suceden de forma cíclica (como la actual) dan argumentos a los segundos. En realidad, la batalla no sería batalla si se priorizara lo esencial sobre lo estratégico. Si Podemos se olvidara de sustituir al PSOE como formación hegemónica en la izquierda y si el PSOE se olvidara de resistir a toda costa como partido sistémico. Esos son objetivos estratégicos, no ideológicos, y si hace falta algo urgentemente es ideología. Con ideología, podríamos.

Después de la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), que equipara a trabajadores indefinidos y temporales, y que insta a pagar indemnizaciones a los interinos despedidos, ¿cómo es posible que PSOE y Podemos no se pongan de acuerdo para dar una rueda de prensa conjunta y decirnos que van a luchar de la mano para que se aplique en España lo antes posible? Eso, por ejemplo, daría miedo a los poderes económicos y no asustaría a la ciudadanía. El ejemplo de los trabajadores interinos es perfecto.

Una enorme bolsa de empleados públicos que, en un alto porcentaje, llevan trabajando años e incluso décadas en fraude de ley porque están ocupando plazas que, con toda evidencia, son fijas. Decenas de sentencias del TJUE, del Tribunal Supremo, de los Tribunales Superiores de Justicia de las CC.AA… equiparando derechos con los funcionarios de carrera, diciendo que no se pueden amortizar las plazas a la ligera, e incluso declarando fijos a interinos de larga duración… ¿y dónde está la izquierda? ¿Por qué no está unida para solucionar este problema de precariedad laboral inmediatamente? ¿Por qué el PSOE allá donde gobierna en vez promover cambios jurídicos para consolidar el trabajo público expone a los interinos a la posibilidad de ser despedidos? ¿Por qué no sabemos nada de la opinión de Podemos sobre este tema?

Detrás del predominio electoral del centroderecha hay muchas cosas, pero Podemos y el PSOE deben quedarse con una: no están haciendo su trabajo. Están enredados en tácticas y juegos de poder, en vez de ser fieles a sus orígenes. El del PSOE, defender con uñas y dientes, asustando si hace falta, a los trabajadores. El de Podemos, contribuir a un cambio radical en el sistema, no a su bloqueo. Mientras ambos no asuman sus papeles, se estancarán o caerán. Y mientras, los trabajadores seguiremos esencialmente desamparados.