Escritor

Ya sabemos qué oculta razón ha unido los descabellados destinos de dos de los líderes mundiales más importantes de principios del siglo XXI, George Bush y José María Aznar. Ya sabemos el porqué del viaje a las Azores para hacerse una foto y materializar, de paso, su apoyo incondicional a la ilegal e ilógica guerra de Irak urdida por los Estados Unidos de Bush y la Gran Bretaña de Bleeear (que no sabemos si pronuncia así por algo relacionado con las ovejas locas). Ya es fácil comprender el porqué de su preocupación por las próximas elecciones nortemericanas que su amigo tejano ha de ganar "por el bien de Estados Unidos y de la estabilidad y la paz en el mundo". Ya entendemos esa facilidad para imitar los acentos extraños y los gestos de mala educación como el de poner los pies encima de la mesa, que al vallisoletano dudo que le enseñaran en su casa o en las aulas del exclusivo colegio de El Pilar. Todo se ha aclarado después de que Laura Bush recitara en la sede parisina de la UNESCO (sospechoso organismo internacional dedicado a la educación y la cultura del que USA ha estado desaparecido, como es normal, durante años) un poema (por decir algo) de su marido, a la sazón presidente del país más poderoso del mundo. Esta era la clave que nos faltaba, ya digo, para entenderlo todo. Sabíamos por aquí de las veleidades poéticas de nuestro presidente. Le habíamos visto en el Parlamento, recién nombrado jefe del ejecutivo, con un libro del comunista García Montero en las manos. Le habíamos escuchado hablar de sus lecturas durante casi dos horas en el programa de Sánchez Dragó. Sabíamos de las comidas con escritores (mayormente poetas y, en especial, "de la experiencia") organizadas por el secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca, los viernes en la Moncloa y de su interés por la concesión del Premio Cervantes al escritor castellano Jiménez Lozano (excelente poeta también). En fin, todo esto y más ya lo sabíamos pero nos faltaba conocer qué hacía de su conexión con Bush algo más que una excelente relación que superaba lo previsible entre potencias tan diferentes y con unas políticas exteriores (hasta ahora) tan distintas. Algo que estuviera incluso por encima del mutuo desconocimiento de los idiomas respectivos. Ese lenguaje universal que les hace comunicarse como si se conocieran de toda la vida es definitivamente la poesía. De "verdadero poeta" ha calificado la primera dama a su querido George. Todos damos por hecho que Josemari no sólo tiene cuadernos azules para anotar sus cambios de ministros y sucesores, que guarda poemas inéditos que un buen día verán la luz como la vieron los de Jesús Aguirre, el duque de Alba, y puede que hasta en la misma editorial, Renacimiento, y con el mismo título: Secreto a voces. Aquéllos, eso sí, dedicados a Cayetana y éstos a Ana, que rima y todo.

Es una pena. Ahora que la pobre poesía, según todos los indicios, empezaba a levantar cabeza... Me temo que este duro golpe volverá a enterrarla en las catacumbas. ¿Quién en su sano juicio va a querer escribir y leer una cosa que induce a los hombres a tomar decisiones tan insensatas como la de desatar la guerra injusta de Irak? Habrá quien la relacione con la ultraderecha. O, por lo menos, con la derecha de toda la vida. No, si...

Lo que son las casualidades: a Borges le llamaban en casa, cariñosamente, Georgie. Lo mismo en la intimidad también Aznar se lo susurra a Bush. Por lo poético, digo.