TLta primavera es época de sarpullidos y poesía. A Venusino, un poeta que me visita cada primavera, el sarpullido le ha alcanzado el ojo izquierdo y anda por las calles con un semiparche: "¡Jope, Venusino, pareces un filibustero!". "Lo soy, amigo, un filibustero del alma". Venusino viene cargado de carpetas para que las lea y busque la forma de editarle algo. Yo nunca encuentro la forma porque, entre otras cosas, no hay forma de editar poesía por estos lares y tengo a mis amigos Marino, Cerebro o Juan Antonio, tan bombardeados de ripios que lo de Venusino puede ser la puntilla. Los poemas de Venusino son como plumas de gorrión que arrastra el céfiro. Se leen y se van volando. Este año ha introducido una novedad para que se fijen un poco más (los poemas y los lectores) que consiste en titularlos de forma altisonante: "¡Me cago en la luna!", "¡Me cago en el atardecer sutil!", "¡Me cago en el céfiro y tal!". Luego los lees y te das cuenta de que lo de defecar es por el título y que cada poema es eso, una pluma de gorrión sin más. Venusino me enternece porque aún no ha podido leer sus poemas en La Regenta. "Es que sólo vienes de primavera en primavera. ¿A qué te dedicas el resto del año?". "A escribir, que es vivir". Venusino ha decidido escribir a Alvaro Valverde para ver si tiene alguna oportunidad en los Premios de Poesía de Badajoz. "Eres muy oportuno, Venusino ". "¿Entonces crees que puedo tener alguna oportunidad?". "Todas, Venusino. Tú te vienes la primavera próxima y ya verás. O si no, mejor, llamamos a mi amigo Blake y él te cuenta... que de futuros sabe algo". "Gracias, amigo". Y me regaló el poema "Me cago en los certámenes de poesía". Fino poeta Venusino.

*Dramaturgo