Con las elecciones del pasado domingo, la mayoría de los polacos han querido cerrar la etapa de los hermanos Kaczynski, en la que Polonia corría el riesgo de aislarse de Europa debido a las políticas ultramontanas y nacional-católicas que han llevado a cabo los gemelos. Los votantes polacos no han dado un volantazo en sus preferencias, puesto que siguen optando por la derecha, la que representa el presidente electo Bronislaw Komorowski, pero es una derecha liberal que impulsa el papel de Polonia dentro de la Unión Europea y que está dispuesta a llevar a cabo reformas estructurales necesarias en los ámbitos de la sanidad, el sistema de pensiones y la Administración pública, entre otros.

El papel que la Constitución polaca asigna al presidente es casi ceremonial, pero le da el poder de vetar las decisiones del Parlamento. Este instrumento es el que el anterior presidente, Lech Kaczynski, fallecido en el accidente aéreo de Smolensk, usó con fruición para frenar una y otra vez la modernización emprendida por el Gobierno liberal de Donald Tusk. Ahora, con la Presidencia de la República y el Ejecutivo encabezados por políticos de la liberal Plataforma Cívica, no exisitrán este tipo de desencuentros.

Otro dato positivo que arrojan los resultados electorales es el retorno del interés ciudadano por la política. Polonia fue el primer país de la órbita soviética que combatió duramente para acabar con el comunismo. Aquella batalla desigual, pero victoriosa al final, llevó con el tiempo a una lucha fratricida entre sus protagonistas y a un gran cansancio y desafección de los ciudadanos, que desertaron de las urnas. El domingo, sin embargo, el voto superó el 56%, lo que, dados los antecedentes, es un éxito de participación.

Junto a los aspectos positivos, en la victoria de Komorowski hay otros que lo son menos. La elección se dirimía entre dos candidatos de la derecha, muy distintos, pero siempre conservadores, con la izquierda prácticamente desaparecida por sus propios errores, y esto es una anomalía porque en la práctica acaba reduciéndose el pluralismo. Por otra parte, la ajustada victoria del candidato liberal, con el 52,63% de los votos, frente al 47,3% de Jaroslaw Kaczynski, marca una clara línea divisoria en el país entre la Polonia urbana, de clase media, que vive en el oeste y es joven, y la Polonia rural, oriental, empobrecida y con una media de edad elevada. La falta de una izquierda y la casi neta fractura política y social son serios obstáculos para la normalización del país y exigirán al nuevo presidente buenas dosis de prudencia y de altura políticas. La UE necesita una Polonia --cuyo peso demográfico es similar al de España-- plenamente integrada.