La severidad de la crisis que está atravesando la economía de nuestro país y nuestra región; la pérdida de decenas de miles de empleos y la necesidad de que muchos ciudadanos tengan que apretarse el cinturón ante la incertidumbre del futuro, está variando el enfoque ante situaciones que en época de vacas gordas se pueden considerar ´reconocimientos´ y en época de vacas flacas entran en el campo de los ´privilegios´. El término ´reconocimiento´ fue empleado ayer por el presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, y el término ´privilegio´ por el jefe de la oposición, José Antonio Monago, para referirse a los mismo: a los complementos que reciben exaltos cargos de la Administración regional que son a la vez empleados públicos cuando cesan en sus puestos de representación política y vuelven a sus trabajos de origen.

Ni que decir tiene que en un momento económico como este pocas personas considerarán un reconocimiento por su paso por la gestión pública el derecho adquirido de cobrar mientras dura su vida laboral un complemento de 14.000 euros anuales. Pocas lo verán como un reconocimiento; la mayoría como un privilegio, puesto que un sobresueldo como ese por el hecho de estar dos años ininterrumpidos en un puesto de director general es inalcanzable para la mayoría de las personas. Miles de ciudadanos --en Extremadura alrededor de medio millón; el 75% de los asalariados-- tienen un salario anual igual o inferior a ese complemento. El privilegio es más claro si se tiene en cuenta que es privativo de aquellos altos cargos que son funcionarios. Es, por tanto, la Administración la que lo da y únicamente a sus trabajadores.

Como principio general, los representantes políticos deberían llevar en su ADN que no son ni más ni menos que el común de los ciudadanos y, por tanto, no deberían disfrutar de ninguna regalía. Ni aprobarla con su voto, ni aceptarla. Mucho menos en una situación de estrecheces como la que atraviesa España y Extremadura. En este sentido, Fernández Vara admitió ayer estar dispuesto a negociar las condiciones en que se han aprobado en el pasado el derecho a los citados complementos, pero el presidente se quedó corto al limitar la cuestión a la ampliación a más años de los dos actuales (tres si el cargo se ejerce con interrupción) para alcanzar el derecho o a elevar el rango de los cargos susceptibles de disfrutarlo. A la política se llega libremente, se ejerce porque se quiere y si supone sacrificios, que los supone, se dan por amortizados con la satisfacción de su ejercicio. Otra cosa es difícil de entender por quienes se sacrifican diariamente y nadie les reconoce nada, que es la generalidad de los trabajadores.

Sí da en el clavo Fernández Vara cuando reclama a José Antonio Monago que se aplique a sí mismo su mensaje y haga público rechazo de sus ´privilegios´: Monago es senador y goza de prebendas como plan de pensiones; posibilidad de recibir la pensión máxima si conserva el escaño siete años; o de que la Cámara cotice por él si queda en desempleo y es mayor de 50 años. De igual modo, y desde que la Junta iniciara el plan de ajuste, se le ha oído predicar al jefe de la oposición, pero todavía está inédito en eso de dar trigo exigiendo a los gobiernos municipales de su partido que apliquen la austeridad y que hagan un plan de reducción de sus altos cargos.