El bombardeo mediático sobre la boda principesca nos deja la impresión de que todos los españoles somos felices ante tanto derroche y tanto encanto (o encantamiento). Ni mucho menos. Muchos somos conscientes de lo que nos cuesta la broma, de lo que nos distrae y sobre todo de cómo una institución arcaica, como es la monarquía, en la que todos los miembros de una familia cuentan mucho más que los de las demás, trata de adaptarse a la democracia moderna, que predica que todos los hombres son iguales. La contradicción es evidente. Por no hablar de la contradicción que implica el boato católico para un hecho histórico que se presenta como de Estado y que afecta al futuro jefe del Estado, Estado aconfesional según la Constitución, pero no según los hechos. JOSE MARIA SALGUERO RODRIGUEZ. Don Benito