TPtor favor, que el verano se acabe ya. Que vuelva la rutina, el otoño, la reflexión y el trabajo. El aburrimiento informativo regional de la época estival ha podido esta vez conmigo. Más allá de los incendios que han arrasado cientos de hectáreas, de los comedores escolares que se han tenido que abrir por primera vez y del pequeño Juanmari que evoluciona favorablemente, la actualidad de estos dos últimos meses se ha tomado también su particular descanso. Dos meses de silencio y parálisis que sirven para empujar los malos recuerdos hacia el fondo del baúl y comenzar en unos días y como por arte de magia, con aires renovados y limpios de pecado. Una mala costumbre de este país y de la que culpan en muchas ocasiones a los autores de estas páginas. Es incierto.

Vaya por delante lo falso de esa acusación. La crítica situación que atraviesa el periodismo hace inviable un seguimiento exhaustivo y riguroso de la vida de los ciudadanos. Con plantillas tan reducidas y a base de chavales motivados que intentan aprender este oficio es más que imposible estudiar a fondo la realidad de una comunidad autónoma. Lo afecta directamente a los extremeños y a la pulcritud democrática. Incluso a los que creen que la crisis de este sector ni les va ni les viene. Basta recordar que existe un amplio e influyente porcentaje de interesados en la opacidad y la mediocridad informativa.

Dicho lo cual, las cosas no están para relajarse en la tumbona. Hay muchas cosas que hablar y comentar. Sobre todo porque hay mucho por hacer en esta región. No podemos permitirnos el lujo de esperar a que los cargos públicos reaparezcan como nuestros salvadores con el moreno de playa por bandera para proponernos su hoja de ruta a partir de septiembre. Por primera vez en muchos años, la mitad de los extremeños no ha podido disfrutar ni siquiera de una semana en un apartamento de Matalascañas. El seguro del coche, la gasolina, las comidas fuera de casa... todo se ha convertido en un lujo al alcance de cada vez menos personas. Menesteres que también empiezan a ponerse difícil en casa. Bienes necesarios como la luz, el agua y los alimentos alcanzan ya precios de lujo que nadie se atreve a frenar.

XEN EXTREMADURAx hay que seguir trabajando a 40 grados a la sombra. Las ideas no entienden de fechas, de estación del año ni de temperaturas. Aunque la ausencia de propuesta de ideas sí puede estar relacionada con la falta de imaginación o con la estrategia política muy medida de implantación y anuncio de medidas. Sería como el ATS que acaba de pinchar al paciente un urbasón en el trasero y se toma más tiempo del necesario en poner la dosis, solamente por mantener su estatus.

El profesional sabe que el enfermo lo está pasando mal mientras el urbasón baja por la pierna, pero también sabe que ese paciente no se va a mover hasta que no termine de poner la inyección al completo. Porque el paciente claro está, quiere curarse. Pero el profesional, mientras está pinchando, está cobrando y manteniendo su posición. De él depende que la curación sea antes o después. En política, mientras se están recetando medidas, se proyecta la imagen de que se está gobernando. Aunque estas sean de poco calado y difusión no correspondida con sus efectos positivos. Es la rentabilidad política y electoral que el Ejecutivo regional lleva a rajatabla desde que ganara las elecciones. Más allá del comprensible control de los tiempos que el gobierno plantee para implantar su agenda política, existe otro baremo que debería marcar esas prioridades. Ese indicador se corresponde con las exigencias que imprime la enfermedad de Extremadura: un paro superior al 30% y una realidad que cada uno de nosotros percibimos como mejorable por los cuatro costados.

Pero al igual que la sociedad está en crisis, la clase política debe recordar que también ella atraviesa su particular rosario de la aurora. Por ello, no hubiera estado de más que en un verano en el que el 50% de los extremeños no ha salido de casa, nuestros políticos hubieran dedicado algún que otro esfuerzo y exprimido sus neuronas para aportar una solución a nuestros problemas y mejorar su prestigio institucional. Aunque hubiera sido desde su portátil o su tablet a 300 kilómetros de casa.