XLxa significativa comparecencia del presidente José Luis Rodríguez Zapatero ante el Parlamento francés --primera en toda la historia de un jefe de Gobierno español-- junto con su asistencia a otros foros internacionales, pone de manifiesto que, por encima de lecturas interesadas, el actual Gobierno está rediseñando una política exterior que está muy conectada con el sentir mayoritario de la población. Esta sincronización es clave, ya que la acción eficaz de una diplomacia internacional requiere contar con el máximo acuerdo y apoyo de los ciudadanos a los que representa.

En contra de lo que muchos pueden pensar, la opinión pública española tiene bastante definidas sus preferencias en política exterior. Se pueden conocer desde hace años gracias a sondeos internacionales, a los barómetros del Real Instituto Elcano y a las encuestas del Instituto de Cuestiones Internacionales y Política Exterior (Incipe). Si el Gobierno que presidió José María Aznar hubiera valorado esas tendencias ciudadanas --¡cualquiera se atrevía a llevarle la contraria a un hombre tan clarividente y seguro de sí mismo!--, es probable que no se hubiera metido en algunos barros y posiblemente su partido aún seguiría gobernando.

¿Qué política exterior quieren hoy los españoles? Aunque todavía no existe un interés totalmente generalizado entre los ciudadanos en esta materia, se observa a través de recientes encuestas del Incipe que el tradicional aislacionismo de la sociedad española comenzó a experimentar un giro favorable a partir de 1978 y, sobre todo, tras el ingreso de nuestro país en la UE en 1986.

Un 72% de quienes tienen una opinión formada en política exterior creen que España debe tener un papel activo en el mundo; consideran también que nuestro país influye todavía poco en la UE --esto lo establece el 60%-- y que su perfil debe ser pacifista. En cuanto a acciones en el exterior, el uso de la fuerza la considera legítima el 81% de los españoles, pero sólo si va de la mano de la ONU o en caso de genocidio, según el 53%. Con diferencia, España arroja el porcentaje de pacifistas más alto de Europa, ya que la media, del 42%, es seis veces mayor al de EEUU.

Las prioridades de la opinión pública española en materia de relaciones internacionales están bien definidas. Primero: Europa, y así lo piensa el 80%; segundo, Hispanoamérica, con el 39%; tercero, EEUU, con un 21%, y cuarto, el Magreb, y más concretamente Marruecos, en torno al 15%.

Establecidas estas preferencias ¿con qué tipo de Europa sueñan los españoles? Para empezar, rechazan el actual modelo estadounidense. Tres de cada cuatro no quieren que la UE sea una superpotencia como la americana. La gran mayoría --un 50%-- cree que Europa es más importante para España que EEUU. Aunque uno de cada tres españoles (el porcentaje mayor de la UE con diferencia) considera que Europa y EEUU son igualmente importantes para nosotros, lo que desmentiría un generalizado sentimiento antiamericano. Se trata, pues, de una apuesta por un mundo multipolar, que rechaza la hegemonía mundial de cualquier superpotencia, la lidere George Bush, Gerhard Schröder o Vladimir Putin .

Con estos mimbres, cabe deducir que, hoy por hoy, la política exterior del Gobierno de Rodríguez Zapatero reúne un amplio acuerdo de la opinión pública nacional --vital para articular cualquier programa de acción--, con la excepción de quienes podrían añorar los lazos de subordinación con la superpotencia americana y la famosa foto de los aliados en las Azores declarando la guerra a Irak, con unos argumentos que luego resultaron ser falsos.

Una potencia media como es España debe articular una política exterior soberana y eficaz a partir de un gran ejercicio de realismo. Las prioridades de la diplomacia española --si se quiere recuperar el consenso interno necesario en este tema-- no pueden estar muy alejadas de las preferidas por la opinión pública nacional: Europa, como gran marco de acción y referencia; relaciones mutuamente respetuosas con EEUU; un decidido padrinazgo de los países hispanoamericanos, que tienen que ver en España su gran defensora ante la gran Europa unida, y relaciones de respeto y recíproca comprensión con los países del Magreb y del Mediterráneo, con los que nos unen geográfica e históricamente muchos lazos.

Una mirada desapasionada sobre los pasos que está dando Rodríguez Zapatero en su primer año de mandato está dejando bien claro cuáles son los principios, los intereses y los objetivos por los que se está guiando hoy la diplomacia española, diametralmente opuestos a los que siguió Aznar, que apostó ciegamente por EEUU, se distanció de Alemania y Francia y a punto estuvo de romper relaciones con Marruecos.

La orientación de la nueva diplomacia ha reforzado la colaboración con el núcleo duro de la UE, constituido por Francia y Alemania, frente al unilateralismo de los neocons; está tratando de ser un protagonista activo en las políticas de pacificación mundial, sobre todo en Oriente Próximo; ha restañado heridas y pasados desencuentros con nuestro vecino marroquí y con los países de Suramérica, y está dispuesta a establecer con la segunda Administración republicana de Bush unas relaciones fluidas y cordiales, presididas por el mutuo respeto y un afán constructivo e integrador. Otra cosa es que no reciba un trato recíproco.

En síntesis, estos son los parámetros generales por los que está discurriendo la nueva política exterior española, en sintonía con las preferencias que apuntan las encuestas al uso. Pero ahora toca acertar en su ejecución, en su aplicación diaria, una tarea delicada que habrá que contemplar a largo plazo, para comprobar si hay más luces que sombras en la apuesta por esta política exterior en la que España se juega su prestigio.

*Periodista