La familia es el pilar básico sobre el que se sustenta la sociedad, es la primera escuela de socialización. La defensa de esta institución se asoció en un principio con una ideología y una moral liberal conservadora, y fue preciso que el artículo 39 de nuestra Carta Magna reflejará el derecho que tiene la familia a recibir ayuda y protección por parte de las instituciones, para que la política familiar pasara a tener una consideración de carácter genérico, siendo asumida indistintamente por cualquiera de los partidos del arco parlamentario.

Según los datos facilitados por las encuestas del CIS, la familia es una de las instituciones mejor valoradas de nuestro país, ya que realiza gratuitamente una labor de primer orden en materia social, educativa y asistencial; proporcionando a los jóvenes una seguridad emocional, afectiva y económica, capaz de amortiguar los problemas que surgen a la hora de afrontar su emancipación. Pero en cambio, se está dejando a las familias abandonadas a su propia suerte, ya que sólo el 40% de las que tiene hijos a su cargo, perciben una ayuda cuantificada en unos 300 euros anuales, siendo escasa la aportación que las comunidades autónomas realizan, pues no existe un presupuesto específico para este concepto, ya que la mayoría de ellas no cuentan con una consejería para este fin, sino que lo tratan de forma conjunta con otras cuestiones de carácter social.

XDADO ELx nivel de desarrollo económico que ha experimentado la sociedad española en estos últimos tiempos, urge que paralelamente se desarrollen medidas que proporcionen un apoyo suficiente a esta institución, con leyes que vayan más allá de las meras ayudas económicas y que trasciendan a la búsqueda de soluciones de los problemas de desestructuración familiar, que tan negativamente afectan al desarrollo evolutivo y psicológico de los hijos, con medidas que acaben con los bajos índices de natalidad que tiene que soportar nuestro país, con una evolución demográfica de una inequívoca tendencia bajista. En buena parte influida por los modos de vida que la sociedad se ha otorgado a sí misma, y que son un referente y una exigencia de la propia libertad individual, pero que a su vez provocan efectos colaterales negativos como, las rupturas matrimoniales, los abortos, el menor tiempo de dedicación de los padres al cuidado y a la educación de sus hijos, el decrecimiento del número de miembros familiares, junto a problemas de índole económica y de inestabilidad laboral.

Europa está experimentando un alarmante envejecimiento de la población, con índices que se aproximan al estancamiento en algunas zonas, y que experimentan un crecimiento negativo en otras. Algunos países se han anticipado promulgando medidas que compatibilizan la vida laboral con el cuidado de los hijos, promoviendo la creación de un mayor número de guarderías y la gratuidad de las mismas, adaptadas a las necesidades de los horarios de los trabajadores, estableciendo una digna asignación mensual que comienza a percibirse a partir del primer hijo y que va incrementándose gradualmente, en algunos lugares estas ayudas tienen una carácter genérico y universalizado y en otros van en función de variables concretas que vienen determinadas por la situación de precariedad de cada familia, también se han promovido medidas de apoyo mediante actuaciones de política fiscal, con mayores deducciones tributarias y desgravaciones, o llevando a efecto proyectos favorecedores del aumento de la natalidad.

Basta ver los programas electorales de las elecciones autonómicas de nuestra comunidad, para constatar la importancia que se concede al modelo familiar. Alegra comprobar la generosa unanimidad, cercana al filantropismo, con la que los diferentes candidatos fundamentan sus criterios basados en un perfecto conocimiento de la gravedad de la situación, de la cual se deriva el establecimiento de una variada gama de soluciones que, de no quedarse en una mera cuestión semántica y electoralista, constituiría un buen precedente, ya que no podemos plantearnos como objetivo la consecución, en abstracto, de una mayor calidad de vida, sin materializar estas propuestas en hechos concretos.

En otros tiempos los políticos solían comparecer ante la ciudadanía en las campañas electorales, rodeados de su familia, como signo inequívoco de estabilidad y equilibrio emocional. Actualmente este tipo de práctica ha quedado en desuso al entender que esta institución no debe instrumentalizarse para fines meramente publicitarios, pero el mensaje que queda, es el de que una familia bien estructurada dice mucho en favor del candidato en cuestión.

Sin una política que apoye a las familias estaremos abocados a una sociedad que camina hacia el despropósito y hacia el aniquilamiento, con escasas posibilidades de regeneración y de futuro, por lo que será necesario que personas de otros lugares se incorporen al proceso productivo de nuestra sociedad, con el fin de poder mantener un nivel de vida que por nosotros mismos seremos incapaces de poder garantizar.

*Profesor