Más allá del indiscutible éxito personal y de la CDU, la nueva victoria electoral de Angela Merkel es también una victoria sobre la izquierda --ya que hace prácticamente imposible una coalición porque los socialdemócratas y los verdes rechazan a La Izquierda-- y sobre los euroescépticos, que no entran en el Bundestag aunque por muy poco y que podrían haber sido una china en el zapato de la política europea de Alemania.

Sin embargo, el día siguiente plantea un gran interrogante, y es el de con quién se aliará la CDU para gobernar. Merkel ha salido muy reforzada de las urnas y podría gobernar en minoría con apoyos externos o en coalición con los verdes, ya que se cuentan con los dedos de una mano los diputados que le faltan. Sin embargo, esta no es la praxis en Alemania.

Después de una primera mitad del siglo XX en la que el país se vio inmerso en una trágica vorágine política, económica y bélica, los alemanes han aprendido lo que vale la estabilidad política. Sin disciplina de partido en el Bundestag, donde una parte de los parlamentarios son elegidos en listas uninominales y por tanto se deben muy directamente a sus electores, la estabilidad que da una amplia coalición evita riesgos innecesarios. Con los resultados electorales del domingo, esta estabilidad solo la aportan los socialdemócratas del SPD, como ya la dieron en el primer mandato de Merkel (2005-2009). El problema está en que salieron electoralmente muy escaldados de aquella colaboración y ahora harán pagar cara su hipotética entrada en el Gobierno. Por eso las negociaciones serán largas y duras, pero la perspectiva de no llegar a un acuerdo no interesa a nadie porque implicaría un retorno a las urnas y el resultado podría ser todavía peor para todos salvo para la CDU.

La gran coalición CDU-SPD es también la favorita en Europa, que confía en la capacidad de los socialdemócratas de introducir una cierta flexibilidad en temas económicos. Lo quieren los países del sur, pero sobre todo lo quiere Francia, donde François Hollande nunca se ha encontrado cómodo con Merkel. Además, Europa sigue necesitando el antaño tan eficaz eje París-Berlín. La cancillera declaró que su política europea no cambiará. No cabe construir muchas expectativas, pero es deseable un factor corrector.