TUtno de los aspectos más interesantes de la política es su divergencia con la geometría. En esta última, por ejemplo, los postulados no necesitan demostrarse, pero siempre mantienen la misma doctrina, en tanto en la política hay postulados, pero varía su enunciado según fechas, momentos, circunstancias y un apasionante e inesperado número de variantes. Si se admite el postulado de Euclides y, por un punto a una recta sólo puede trazarse una perpendicular, esto permanece inalterable, desde el siglo 3 antes de Cristo hasta nuestros días, y todos los días. Quiero decir que no se admite que en los años bisiestos o durante los martes de Carnaval se puedan trazar varias perpendiculares a una recta desde un punto. Y si Pitágoras , dos siglos antes que Euclides, define lo que es un número impar y un número par, ni siquiera el día de las fiestas patronales, o en la fecha de nuestro cumpleaños, un número impar puede ser par, o al contrario.

En Política, en cambio, los postulados sufren importantes alteraciones. No hace mucho, cuando ETA anunció su tregua permanente, el postulado señalaba que si ETA lo decía, ETA decía la verdad. Ahora, en cambio, cuando ETA le pasa información al diario Gara sobre lo ocurrido durante las negociaciones con el Gobierno, aparece un nuevo postulado, cuya doctrina señala que no hay que creer lo que diga ETA.

La última reunión de la cumbre europea ha provocado percepciones distintas, y mientras para el PP el postulado dice que nuestro presidente tuvo un papel irrelevante, un tribuno del PSOE ha afirmado que fue un gran protagonista.

Dice mi primo Agapito que todas esas cosas suceden porque los políticos no saben geometría. Es probable. La geometría no es otra cosa que la idealización del espacio, y la política ha prescindido de las idealizaciones. Parece que ha sustituido la idealización por el pragmatismo, y el espacio por la especie.

*Periodista