Hace unos años, la mayor incógnita en las campañas electorales era saber la política de alianzas de los partidos, es decir, con quién pactarían después de las elecciones para formar Gobierno. Los partidos estimaban que revelar la política de alianzas podía perjudicar sus expectativas electorales y restarles libertad de acción para tomar después de conocerse el resultado las decisiones que considerasen más oportunas. En esta precampaña para las elecciones generales del 28 de abril, nos encontramos ante la situación contraria. Fruto probablemente de la polarización a que ha llegado la política española, ahora los partidos anuncian vetos entre sí.

El ejemplo más claro es el acuerdo unánime de la ejecutiva de Ciudadanos (Cs) de no pactar en ningún caso con el PSOE, al tiempo que no descarta otras alianzas, incluso con la extrema derecha. Esta decisión echa al partido que se sigue reclamando centrista en manos de la derecha del PP y de los ultras de Vox y acaba con su vocación de partido bisagra, capaz de pactar a derecha y a izquierda a la vez, dependiendo de las circunstancias. Pero el veto, curiosamente, solo afecta a las elecciones generales porque, en las municipales y autonómicas, previstas para apenas un mes después, se deja la puerta abierta a los pactos locales o regionales.

Albert Rivera justifica precisamente el veto en que quiere presentarse como alternativa a Pedro Sánchez, dejar de tener un papel secundario y disputarle la presidencia del Gobierno. Sin embargo, el veto empuja al PSOE a lo que el líder de Cs tanto le ha reprochado: que no le quede más remedio que pactar con Podemos y con los independentistas. Cree Rivera que así cosechará votos de los votantes más jacobinos del PSOE, aun a costa de promover indirectamente el Gobierno Frankenstein que tanto critica. Pero no solo Cs utiliza el veto. Aunque Sánchez ha dejado abiertas todas las puertas, en el PSOE se alzan también voces negando cualquier alianza con los partidos de la foto de Colón. Dejando al margen que estas prohibiciones, afortunadamente, casi nunca se cumplen --Cs apoyó a Mariano Rajoy en la investidura y a Susana Díaz en Andalucía tras decir que no lo haría--, los vetos son un error porque los partidos están para hacer política, lo que significa pactar para gobernar cuando sea necesario. Ante la inmensidad de los retos que afronta España --Cataluña entre ellos--, es una irresponsabilidad negarse a los pactos para solucionar los problemas.