En casi ningún análisis de los que leo y escucho se introduce un tema a mi juicio fundamental para entender gran parte, sino todo, de lo que está pasando en la surrealista política española contemporánea. El caso de los precipitados y extraños acuerdos a los que han llegado PP y Cs para las próximas elecciones autonómicas vascas nos puede servir de hilo para llegar al ovillo.

Lo que ha ocurrido entre PP y Cs tiene unas extraordinarias semejanzas con lo que pasó hace poco entre PSOE y UP, y es que lo que era imposible hace tres meses parece imprescindible ahora. En un caso una coalición de gobierno y en otro una coalición electoral, en las dos ocasiones con grandes prisas que hablan por sí mismas. Sin embargo, el caso PP-Cs tiene una particularidad que ayuda a entenderlo aún mejor: Rivera ha desaparecido.

Si hace tres meses no fue posible y ahora parece obligado, y lo único que ha cambiado por el camino es el líder de uno de los dos partidos, es inevitable pensar que las personas son fundamentales. Que son más importantes que las estrategias y, de hecho, mucho más importantes que las ideas y los principios. Y así es.

Como escribí hace no mucho en este mismo espacio, Rivera fue el primer cadáver exquisito del lustro loco (2014-2019) de la política española, pero no será el último. Y, por supuesto, nadie quiere ser el siguiente. Aquí debemos hacer un paréntesis.

En 2008 estalló en España la peor crisis económica internacional desde 1929. Entre sus consecuencias, la destrucción de cientos de miles de empleos en la empresa privada, la precarización del empleo público, la destrucción masiva de pequeñas y medianas empresas, y una ralentización económica que imposibilitaba la recuperación a un ritmo normal.

A veces se nos olvida, pero las personas que acaban formando parte de las élites de los partidos son en origen personas normales, como usted y como yo, que comen todos los meses, que deben pagar facturas y que tienen las mismas dificultades de acceso al mercado laboral y a un nivel de vida acorde a sus expectativas. Eso es en origen. Cuando alguien entra en política y se consolida, se acostumbra a cobrar entre 3.000€ al mes (cualquier cargo intermedio en cualquier administración) y 15.000€ al mes (un eurodiputado). La política no es una bicoca puesto que requiere grandes sacrificios y produce muchos sinsabores, pero los sinsabores y los sacrificios se llevan mejor así que cobrando un subsidio por desempleo o trabajando ocho horas diarias por 900€ al mes.

Ya sabemos por qué nadie quiere ser el siguiente cadáver político, así que salgamos del paréntesis. El escarmiento en la piel de Rivera ha sido suficiente. Pablo Casado e Inés Arrimadas han entendido perfectamente que estas elecciones vascas —en las que aspiraban a noquearse mutuamente— podían ser la tumba política de uno de los dos, y han decidido que, de eso, nada.

El plan es perfecto, porque si tienen un desastre electoral será de ambos, de manera que se sostendrán solidariamente y no tendrán que responder ante nadie; si sale bien, los dos saldrán reforzados. Por supuesto, repartiéndose igualitariamente los puestos en las listas, que es lo que importa, porque es lo que proporciona los sueldos a fin de mes. Por Alfonso Alonso no se preocupen, tendrá su nómina en algún otro lugar, podría apostar los dos brazos y no los perdería.

Para entender la política española de los últimos años hay que entender que las personas que toman decisiones, como Casado y Arrimadas, están defendiendo, exclusivamente, sus propios intereses. Una vez que sus intereses están a salvo, en ocasiones se acuerdan de las siglas que defienden, muy pocas veces tienen tiempo para los intereses del país, y los principios éticos e ideológicos están demasiado abajo en la lista para que les llegue el turno.

La política hoy se ha convertido en una salida profesional para quien no tiene ninguna otra. Esto era un elemento importante antes de 2008, pero después de 2008 se ha convertido en pieza clave para comprender decisiones políticas contradictorias entre ellas con meses, semanas y hasta días de diferencia. Lo que no saben quienes toman este salvavidas, es que el salvavidas está pinchado. Pero esa es otra historia.

*Licenciado en Ciencias de la Información.