No piensen mal, no pretendo hacer comparaciones metafóricas entre atributos o caracteres y profesionales de la política. Mi intención es sólo comparar ambas aporías o paradojas presuntamente irresolubles.

Primera aporía: quién fue antes, el huevo o la gallina. Durante años este enigma ha estado presente entre nuestros filósofos y científicos. Según Aristóteles, fue la gallina, pues lo actual siempre es anterior a lo potencial. Sin embargo, y según ha avanzado la ciencia, parece que la respuesta es clara (y con yema), el huevo fue antes y hasta el mismísimo Stephen Hawking se pronunció sobre ello. Y es que el primer huevo de gallina no lo puso una gallina, lo puso un animal muy parecido a la gallina que simplemente sufrió una mutación en la gestación que hizo cambiar al embrión dentro del huevo.

Ahora pasemos a la segunda aporía o paradoja: quién fue antes, la política o el/la político/a. Ciertamente esta aporía no debiera existir, pues el político es el que se dedica a la política y la política tiene una definición bien sencilla, «es un quehacer ordenado al bien común de los ciudadanos», por lo que en lenguaje cartesiano significaría que un político es quien procura el bien de los ciudadanos a los que representa. ¿Dónde está entonces el problema?, se preguntarán. El problema y la paradoja viene cuando es el político el que decide «políticas» encaminadas al bien de los políticos y no al de los ciudadanos.

No sé cuando empezaron a mutar pero fue evolucionando paralelamente con el marketing comercial pasando al político. La diferencia es que la primera finalidad del marketing comercial es satisfacer una necesidad, que si no es tal, se procura convencer al cliente que así es. En el marketing político la lógica de mercado debiera ser la elección de una alternativa, pero como digo, tanto ADN mezclado, el comercial y el político, engendraron un huevo maldito creando una nueva especie endogámica, el político cuyo único interés es hacer políticas para seguir siendo político olvidando el bien común de los ciudadanos pero pareciendo que lo hace, lo cual genera un ficticio estado de necesidad- bienestar, que termina siendo perjudicial. El miedo a una crisis hace que el ciudadano gaste menos, lo que influye negativamente en la demanda que a su vez aumenta la oferta, y que influye tanto en empleos como en salarios. Un temor a un conflicto bélico o interno, puede generar mayor crecimiento armamentístico, y políticas de defensa que a su vez puede generar mayor hostilidad o mayor violencia.

En fin, si hace demasiada calor piensen en paradojas del eterno retorno a ver si pueden buscarle solución o entreténganse comparando las aporías de políticos con huevos o políticos con gallinas y para que nadie piense mal les propongo otros animales, el zorro, el avestruz....perdón, el zorro no, que no pone huevos.

* Maestro