THte defendido en más de una ocasión que en la política importan tanto las formas como el fondo y minusvalorar alguno de los dos aspectos es menospreciar directamente a quienes nos debemos, los ciudadanos.

La pasada semana asistí a un pleno extraordinario que se celebraba a petición del Partido Popular en la Diputación de Badajoz. Fue solicitado para exigir responsabilidades políticas a su presidente, al señor Gallardo , por el "caso vacunas", que quedó al descubierto después de que dos profesionales del SES denunciaran la presunta sustracción de una vacuna de la tosferina por parte de un concejal socialista de Villanueva de la Serena "para vacunar a la niña" del señor Gallardo .

Lo que allí pasó es el claro ejemplo de lo que mi generación quería cambiar cuando entró en política. Ni caciques, ni prepotencia, ni soberbia, ni despotismo pueden tener cabida en política, porque han sido precisamente ese tipo de actitudes las que nos han distanciado de los ciudadanos. Las que ha generado que los políticos fuésemos uno de sus problemas, en vez de una solución. Porque utilizar las instituciones en beneficio propio, también es corrupción.

El señor Gallardo no ha tenido bastante con faltar el respeto a todos los extremeños por acceder a una vacuna restringida a nivel mundial. Tampoco le ha bastado usar información reservada de otros niños de Villanueva de la Serena para intentar justificarse. Todo eso le ha parecido poco y hubo de rematarlo en el referido pleno con una chavacanería que jamás podré admitir, tolerar o entender.

En lugar de dar explicaciones sobre el caso, se limitó a un rosario de descalificaciones, de advertencias y consecuencias por pedirle responsabilidades. Llevó a cabo una huida hacia adelante utilizando la presidencia de la Diputación de Badajoz como arma de poder para intentar amedrentar al adversario con manifestaciones como "en este momento rompo todo tipo de relaciones institucionales con el Partido Popular". También lanzó amenazas de suprimir la asignación al Grupo Popular.

Llegados a ese punto, cuando un representante político utiliza como escudo la institución que preside para defenderse y como lanza para atacar, pierde las formas que jamás le permitirán recuperar el fondo, y ese es el momento en el que quedas fuera del tablero de juego. Tiempo al tiempo.