No tengo empleo (mi empresa cerró), y tengo 46 años, de los cuales he estado 32 trabajando de obrero. Estos días oigo y leo en los medios de comunicación cómo se quejan, protestan y se reivindican los funcionarios por sus recortes salariales. Otro tanto, los farmacéuticos porque les recortan los beneficios.

Me gustaría ver algún día una manifestación solidaria con la gente que está en el paro o se le ha acabado la prestación, o con quienes tienen pensiones ridículas; o sea, solidaridad con los más desfavorecidos. Me gustaría ver también a unos políticos valientes, no como los que tenemos, que son meros espectadores de este sistema, en el que encajan perfectamente porque no se atreven a luchar contra la injusticia social. Otro tanto se podría hablar de los sindicatos. Quizá todos más unidos podríamos hacer reflexionar a colectivos como el empresarial o bancario, donde se amasan grandes fortunas y se reparten grandes dividendos entre sus ejecutivos. Tal vez sea una quimera un sistema mejor, porque en este igualmente falla la educación, y no solo en materias como el catalán, castellano e inglés (según las últimas pruebas realizadas a los alumnos de sexto de Primaria, sino en la formación de valores, en el desarrollo de personas íntegras.

Para eso sería necesario preparar a los mejores universitarios para que conocieran el mundo educativo en las aulas, para que educaran a esos niños. Esta sería la gran conquista de la revolución educativa, que abriría paso a otras que ya dejaron huella, como la industrial, o la actual de las comunicaciones. Estos cambios, para mí imprescindibles, podrían curar al actual sistema, que está enfermo.

Conrado Gallego Alcalá **

Correo electrónico