Historiador

Hay gente que habla de los políticos como si fueran hostiles invasores de otros planetas. O bestias depredadoras capaces de cualquier cosa sin escrúpulos. "Queremos --ha dicho un armador gallego, a cuenta de los terribles sucesos desencadenados por el Prestige-- que venga la familia Real, pero ni un solo político".

Y un buen puñado de ciudadanos, de periodistas, de grupos y asociaciones le jalean. ¡Cuántas veces oímos decir: "la clase política, ah, esa despreciable clase política"!

Sí, muchos son los que aseguran no querer verlos ni en pintura, y les achacan todos los males imaginables. Y hacen tabla rasa: todos , como si habláramos de un especie homogénea, quedándose tan panchos.

¿Acaso se han parado a pensar los difamantes, los que generalizan descalificaciones y siguen bebiendo la cerveza, en lo que un político es y lo que representa?

¿No es cierto que su proveniencia es la misma que la de cualquier otro ciudadano?

Son médicos, carpinteros, profesores, mineros, notarios, capataces, guardas de jardines, dependientes de comercio..., que durante varios años, o por muchos años, se encuadran en un grupo al efecto y se presentan ante los otros ciudadanos para lograr su confianza y ser concejales, diputados u obtienen a través de éstos responsabilidades de alcaldes, consejeros, ministros...

Son ciudadanos que representan a un buen puñado de ellos mismos, de los que beben o no la cerveza y despotrican, de los que arriman el hombro o empujan con el hombro; vienen de ahí, del pueblo, por el pueblo elegidos. ¿Alguno, muchos, más que muchos lo hacen mal? ¡Pues denle a otros su soberana confianza, o presenten su propia alternativa! Despreciar sin más es sólo un acto de irresponsabilidad. La democracia es un derecho, pero también un compromiso que no debemos eludir.