En una ciudad que parece empeñada en dar la razón al jurado que la descartó en la primera ronda para capital europea de la cultura; en esta ciudad donde lo que se entiende por acto literario es una ceremonia tan solemne como previsible, donde hablan siempre los mismos y solo acuden los cuatro conocidos de siempre, ahuyentando a los jóvenes que leen por su cuenta y riesgo, sin duda es un acontecimiento la visita de una de las poetas más destacadas en la España de hoy.

Julieta Valero (Madrid, 1971) leerá poemas en Cáceres, en la librería El Pájaro Azul, el próximo miércoles 27, a las 20 h. Al día siguiente, hará lo mismo para los alumnos del I.E.S. Universidad Laboral, dentro del aula literaria que lleva José María Cumbreño.

En la obra de Valero, formada hasta ahora por cuatro libros de poemas, puede observarse una clara división entre sus dos primeros y sus dos últimos poemarios.

Altar de los días parados (2003) y Los heridos graves (2005) parten de una concepción de la poesía como medio para alcanzar a expresar la propia identidad, adentrándose sin temor en los entresijos más dolorosos de ese «bendito insomnio que dicen yo», mediante un severo examen de nuestros límites y fracasos que nos dicen más que nuestros logros: «Te pliegas, te concentras en tus mutilaciones / y restando, restando conoces al fin, / quién eres y al fin dejas / de fallecer». Esa introspección se hace en lucha con la materia heredada y horadada de la lengua, algo que Valero ve como una «dialéctica hermosa, misteriosa, casi física», una lucha cuerpo a cuerpo con las palabras que se traduce en sugerentes usos inéditos de las frases hechas.

Heidegger, al analizar la poesía de Hölderlin, mostró su desprecio hacia los animales diciendo que gracias a la lengua, el hombre es «testigo del ser», mientras que el animal, mudo, no es sino «deseo ciego y huida frenética». En varias poetas actuales (también en Esther Ramón, o Ada Salas) hay justo lo contrario, una recuperación de lo que nos une al animal como lo más entrañablemente humano. Al celebrar la entrega a la persona amada, en su poema «Deseo», Julieta Valero habla de «la alegría abisal del animal en su siendo», una frase en la que se resume toda una filosofía que rebate la del pensador alemán, y que no por ello se muestra menos consciente respecto al dolor, la angustia y la mortalidad, que nos convierten a todos en «heridos graves», y por ello dignos de compasión y cuidado.

En sus últimos libros, por ello, hay una salida hacia los otros. En Autoría (2010), que recibió el XII Premio de Poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad, se narra, como supo ver Jordi Doce, el tránsito a la madurez dentro de una cierta épica generacional, descreída e irónica, y donde aparecía un componente de compromiso político que se desplegará en su último libro, Que concierne (2015), inspirado en las esperanzas del 15-M, solidaria con los aplastados por la crisis, burlona hacia los aferrados a sus privilegios («hay mucha servidumbre en las botellas de champán») y marcada por una nueva etapa con el nacimiento de su hija Lara, evocado en poemas como «Anunciación», «In vitro» o «Niño soñado».

En estos momentos donde muchos atizan los más bajos instintos, y en esta ciudad de aires surcados por las aves, no estará de mal recordar, con Julieta Valero, la necesidad de «poner a los ojos altura».

*Escritor.