Estados Unidos es el país mayor productor de películas pornográficas y sin embargo está prohibido proyectarlas en salas de cine comerciales. De hecho, los estadounidenses son meticulosamente rigurosos con las escenas de sexo en películas convencionales. Debe ser que a los estadounidenses les hiere mucho la sensibilidad ver escenas de sexo explícito; y más si se las muestran en lugares moralmente correctos mientras comen un big menú de palomitas con coca-cola. El que quiera porno que lo vea solito en su casa y muy escondido podría ser un eslogan pureta republicano. Pecar a solas no es pecado, deben pensar hipócritamente.

Yo podría entender eso de que las autoridades de ese país se vuelquen en salvaguardar las sensibilidades de sus gobernados si lo hicieran en todos los sentidos. Pero no, para ellos el sexo no es el origen del mundo , como dice el título de un cuadro de Gustave Courbet , sino el origen del mal. Ahora, eso sí, si usted desea ver un escaparate de casquería humana tiene a su disposición un sin fin de largometrajes norteamericanos de lo más violento y sanguinario: de psicópatas, de guerra, de terror, de mafiosos. La última entrega de escenas horripilantes procedente de la factoría norteamericana es la película 300 , en la que se muestra ficticiamente, pero con todo detalle, una extensa miscelánea de agresiones físicas que se pueden practicar entre seres humanos, incluso post mortem. O sea, que prohíben ilustrarse sobre las múltiples formas de practicar sexo, pero no sobre las muchas maneras de matar.

También Estados Unidos es uno de los países mayores productores de armas, y al contrario de lo que ocurre con las películas porno, sus maquinitas de matar --utilizadas para no ser matado, se justifican-- se exhiben sin pudor en los mismísimos supermercados.

Quizá en uno de estos establecimientos compró las pistolas Cho Seung-hui , el estudiante surcoreano que asesinó a tiros a treinta y dos alumnos de la Universidad Politécnica de Virginia. Podría haber comprado un par de pelis porno en vez de las pistolas y verlas en su habitación en buena compañía, pero en el supermercado no las vendían porque está prohibido.