Nadie cuestiona que el exceso de velocidad es un factor desencadenante de riesgo y, a veces, de tragedia. La responsabilidad debería ser suficiente garantía para justificar el control sobre un vehículo. Pero teniendo en cuenta que disponemos de ingenierías mecánicas muy potentes... el asunto camina imprudentemente a golpe de acelerador. Si al piloto le acompañan otros enemigos públicos como el alcohol, las drogas y otros de naturaleza psicológica como el stress en el asfalto, nos encontramos con un cóctel funesto.

No comprendo que en las autovías (donde se han invertido ingentes cantidades presupuestarias y la seguridad está muy bien diseñada) haya que limitar nuestra conducción a 120 km/h y más si valoramos que los automóviles vienen con prestaciones de seguridad extraordinarias. Nadie imagine que voy a manifestar: fuera límites de velocidad, ¡no!, pero creo que es más sensato fijar la cuota en 140 km/h y a partir de estos dígitos que se proceda a sanciones más severas que las actuales. Sin embargo, tampoco sería la solución, cierto. La clave resolutoria estribaría en instalar, por ley, limitadores de velocidad en todos los vehículos. Existen medios electrónicos que podrían ser aptos a cada tramo de la vía. Al igual que nos hemos visto obligados a comprar decodificadores TDT es asumible instalar en talleres autorizados el mencionado dispositivo.

Señores del Gobierno, tengan además en cuenta que en las carreteras nacionales, comarcales y el casco urbano se cometen más infracciones de riesgo por exceso de velocidad y este tema no está siendo controlado. Pero claro, es más fácil sancionar y recaudar en las autovías. Insisto, decreten la instalación de dispositivos en todos los vehículos y la problemática vial se resolverá objetivamente. Lo esencial es reconocer que los gastos provocados a la Seguridad Social por accidentes (lesiones, quirófanos, rehabilitaciones, pensiones, etcétera) es muy superior a la inversión en un sistema electrónico bidireccional entre la señal de tráfico y el dispositivo instalado en coches, motos, camiones, etcétera. No creo que sea ciencia-ficción invertir en tecnología aplicada a la conducción vial. Las campañas educativas están muy bien pero si van de la mano de la tecnología, el binomio será más eficaz. Pensemos en carreteras inteligentes para evitar en gran medida las tragedias humanas que se producen al volante.

José Damián Holgado Guerra **

Coria