Mi padre, sería por escurrir el bulto y no llevarnos, siempre decía que iría a la playa cuando hiciera frontera con Portugal. Pues aunque parecía imposible, ya está ahí. ¡Ea! A una hora de Zahínos. ¡Ni Nostradamus acierta más!

Por supuesto, me refiero al lago más grande de Europa. Al Alqueva, que es un mar «chiquinino», pero muy apañado, que compartimos extremeños y portugueses.

Sus coquetas playas no tienen mucho glamour, pero llevándose una buena nevera con cervecita y croquetas, se echa un día de lujo. ¿ Para qué más?

En fin, que me desvío del tema... El Alqueva es una maqueta de mar que, como todos los mares, se alimenta de las aguas de los ríos. Y aquí viene la pega, porque los ríos, a su vez, se alimentan de los arroyos. Entre ellos de los que pasan por la zona donde se pretende explotar la mina de uranio a cielo abierto.

O sea, que ya entramos en honduras (y no me refiero a la conquista de Tegucigalpa, dios me libre); la contaminación por causa de la mina de uranio pasará las fronteras, pero no a hacer turismo, como nosotros los domingos, sino a masacrar todo lo que encuentre a su paso. Porque la contaminación es políglota. Se entiende con todo hijo de vecino. Es encontradiza y pegajosa. Y se adapta a cualquier lugar como si se hubiera criado allí. Aunque, sinceramente, no creo que a nuestros vecinos portugueses les haga ninguna gracia una visita tan desagradable. Con lo cual, esto puede tener como consecuencia un conflicto diplomático internacional. Y todo por llenarles los bolsillos a los empresarios esos que vienen del quinto pino a (como dice el refrán) llevarse la carne y dejarnos chupando el hueso.

Por eso, desde aquí, repito a los señores que nos gobiernan, que hagan algo antes de que sea demasiado tarde. Que deroguen los permisos de investigación que han concedido a esos cuatreros de tierras. Ustedes saben que las consecuencias de la extracción del uranio, pueden alcanzar una magnitud inimaginable hasta para las mentes más sesudas. Y sí, ya sabemos que esos señores dicen que, para no contaminar las aguas, pondrán de su parte. Que harán una balsa. Pero, piensen ustedes, si poner puertas al campo es imposible, ¡a ver quién le tapa los portillos al agua! Aunque sea la de un mar tan «chiquinino» como el Alqueva. No a la mina de uranio.