La llegada a Bagdad del general en la reserva Jay Garner, administrador civil del Gobierno militar del general Tommy Franks, abre una etapa delicada e incierta en la reconstrucción de Irak bajo la tutela norteamericana, una operación cuyo coste se estima en 20.000 millones de dólares anuales. EEUU mantiene su compromiso de reconstruir las infraestructuras en el nivel que estaban antes de la guerra de 1991. Pero el Pentágono y los departamentos de Estado y del Tesoro andan a la greña sobre la mejor y menos onerosa manera de lograr que de ese caos emerjan un Gobierno democrático y una economía de mercado favorable a sus intereses, susceptibles de servir de modelo para toda la región.

Los riesgos de la posguerra crecen diariamente cuando es evidente que EEUU no tiene la voluntad de permanencia que requiere un plan a largo plazo capaz de influir en la geopolítica de la región. Si sigue en Irak, el fantasma del neocolonialismo provocará un tumulto en todo el mundo árabe-musulmán. Si se marcha pronto, los peligros que acechan son innumerables: fractura étnico-religiosa del país, movimientos de población masivos, depauperación galopante y clima de guerra civil. El dilema es tremendo.