Con veinte mil fallecidos y un número imposible de determinar de contagiados, tras el trauma acecha la indignación. Como esta última sirve solo para cocinarse a fuego lento en el rencor, una prefiere aparcarla, porque estar, está, dominarla y convertirla en rendición de cuentas para cuando despertemos de la pesadilla. La verdad saldrá a la luz y entonces habrá que reaccionar con la palabra, con la razón y con el voto. Sobre todo con el voto. Mientras tanto, tenemos que seguir y aprovechar lo positivo de esta situación. Que en todo hay algo positivo, como no me canso de descubrir y escribir. Y llámenme lo que quieran, ingenua u optimista, pero una entiende que, si el número de contagiados es tan enorme como ya no niega nadie, entonces la letalidad de la enfermedad es mucho menor de la que aparece en los números oficiales. Sí, ya sé que muchos asintomáticos contagian, pero, vuélvanme a llamar ingenua u optimista, mas eso también refleja que, pese a ser una dolencia gravísima en algunos enfermos, no lo es en todos. No es un ébola. No es una viruela. No mata ni ataca gravemente a niños y jóvenes. Imagínense el horror de que se ensañara con nuestros hijos o nietos. Es un consuelo y no pequeño aunque no borre el dolor por los mayores muertos.

En un orden de cosas doméstico y modesto, hay, por ejemplo, quien ha descubierto que es cocinera excelente sin saberlo en años de no pisar la cocina. La que esto escribe, por su parte, ha logrado un objetivo frívolo, pero las frivolidades consuelan. Y es que, pese a traer por el camino del martirio a su excelente peluquera, nunca conseguía el rubio ceniza al que tanto ansiaba. Objetivo conseguido. Rubio, no, pero ceniza, ceniza, desde luego.

Termino con las palabras de una alumna al reanudar las clases: «Este virus ha paralizado al mundo entero, pero creo que gracias a lo que está pasando, nos podemos dar cuenta de que hay que vivir con más ganas, no dejarlo todo para mañana porque no sabemos lo que pasará... El confinamientonos puede ayudar más de lo que pensamos a valorar lo que tenemos.» Pues eso. Gracias, Carla. H*Profesora.