Acaba 2015 y lo que menos me apetece es hacer una consideración política de lo que ha sido el año, y mucho menos un augurio de lo que se avecina. Quede para ellos, para los Mas y los Rajoy , los Sánchez y las Díaz , los Baños , las Colaus y los Iglesias el ruido y la furia del futuro incierto que será de ambiciones cumplidas o de frustraciones por lo que no consiguieron.

Hoy solo me apetece recordar los momentos alegres, los días felices entregados y recibidos de mi familia, demasiado lejana a veces en distancia, pero siempre cercana en el quinto espacio intercostal, en ese lugar que no es físico pero está construido del espíritu divertido y feliz que se hace de recuerdos, risas, bromas, chanzas y cariño verdadero.

Solo me apetece dar las gracias al dios de las pequeñas cosas, del silencio, el recogimiento, la meditación y la inteligencia. El que me proporciona tantos momentos inefables de soledad con buenos libros y me permite compartir los pensamientos sabios, emocionantes, esperanzadores y lúcidos de los grandes escritores que en el mundo han sido. Y, por qué no, al moderno diosecillo del Facebook, el Twitter, el guasap y hasta el Instagram. Ese que me ha permitido divertidos o pesarosos minutos de comunicación, información, transmisión de sentimientos y hasta cotilleo feliz. Gracias por su rapidez, su inmediatez y su inagotable poder para convertir en chiste todo lo que se lo merece.

Gracias doy por las carreras matutinas al tibio sol extremeño, por el ejercicio, por la salud que me permite disfrutar de él, y porque mis articulaciones aguantan. Y gracias, por último, al dios de las cosas grandes por la amistad que no engaña. Y por todas las horas fecundas de dedicación divertida a un trabajo que me encanta y llena de plenitud, pese a las dificultades y la mala consideración social de que sufre, alimentada por todos esos que cuando piden un pacto por la educación se hartan de criticar la enseñanza pública que desconocen, restando todo mérito a la que en ella nos dejamos día a día la piel, ni ofendidos ni humillados. Pero sí satisfechos y orgullosos.