Horas antes del inicio del Consejo Europeo, el ministro portavoz, Zaplana, seguía lamentándose de que nadie hubiera ofrecido una alternativa al presidente español, Aznar, para satisfacer sus exigencias sobre el reparto de poder en la Constitución europea. Pero esta actitud de bloqueo, solitaria y a la espera de que los demás muevan ficha, no parece la mejor ni para la consolidación constitucional de Europa ni para la defensa de los intereses de España.

La grandes --y pequeñas-- decisiones en la Unión Europea nunca se toman desde posturas numantinas y solitarias. La búsqueda de aliados, el pacto y el consenso son la norma. Antes, España sabía utilizar a su favor, y con excelentes resultados, este método para alcanzar acuerdos, aliándose con países de peso en la UE, y no siempre con los mismos.

Ayer predominaba en Bruselas la opinión de que es mejor seguir negociando antes que aprobar hoy una mala Constitución. Si Berlusconi no saca de la chistera la sorpresa que había anunciado, Aznar podrá pasar a la historia como el líder que aplazó --junto con Polonia-- el parto de la primera Constitución europea. Ya veremos si eso le da en el futuro más o menos peso a España en Europa.