El Partido Popular dio ayer un paso más en su ya insistente estrategia de llevar el debate político al terreno de la unidad de España, comprobado que es el flanco más frágil del presidente Rodríguez Zapatero. Desconcertado por la capacidad del PSOE de recuperar la iniciativa mediante un agresivo programa de mejoras sociales, dirigido sobre todo a los jóvenes, con la subvenciones al alquiler, a las familias, con el cheque-bebé, y a la población infantil, con la universalización de la atención bucodental, Mariano Rajoy ha pasado en las últimas semanas los momentos más lánguidos de la legislatura. Por si fuera poco, el vicepresidente Solbes anunció que para el próximo año se incluía en los Presupuestos una rebaja del IRPF, que ha sido siempre tomada como una de las señas de identidad de los programas de centroderecha.

En este contexto, el PP veía como su discurso españolista quedaba en un segundo plano, una vez liquidado el proceso de diálogo con ETA y aparcado, a la espera de la decisión que tome el Tribunal Constitucional ante el recurso presentado, el debate sobre el Estatuto de Cataluña.

Ha bastado la coincidencia de la nueva propuesta del lendakari Ibarretxe para realizar en octubre del 2008 una consulta --de todo punto inconstitucional-- sobre la autodeterminación del País Vasco con un puñado de manifestaciones de grupos radicales contra la Monarquía en las que se quemaron fotos de los monarcas, para que los populares vuelvan a su estribillo favorito, al campo de discusión en el que se encuentran más cómodos: la patria está en peligro, y esta situación al borde de la catástrofe tiene una causa: la "debilidad" de los socialistas. En esta coyuntura política ha surgido la campaña de Nuevas Generaciones, la organización juvenil del PP, presentada ayer con el lema estelar de Somos España.

Los populares no dudaron en envolverse en la bandera española para salir a la calle en Madrid y Pamplona durante la tregua de ETA y no han dudado ahora en forzar la máquina de oposición adueñándose sin escrúpulos de las señas comunes. ¿Qué otra cosa es la utilización del Somos España en la nueva campaña del PP? ¿Es que los demás, los que no piensan como ellos, no son España?

Se equivocará el PSOE si cede terreno a Rajoy y a Acebes en el campo de los símbolos que nos definen como españoles. Pero también se equivocará si el compromiso con la España constitucional se manifiesta haciendo seguidismo del españolismo exacerbado del PP. Un ejemplo de la posición del PSOE en este asunto es el comportamiento que ha tenido Zapatero ante el desafío de Ibarretxe, porque, por un lado, ha mostrado firmeza ante el mismo, pero, por otro, ha evitado caer en posiciones tremendistas que llevaron, en tiempos de Aznar, a modificar el Código Penal para encarcelar al lendakari por querer convocar un referendo. Zapatero debe hacer lo mismo y sin complejos con la cuestión de la Corona. Porque como ayer dijo el Rey, España vive ahora "el periodo más largo de estabilidad y prosperidad en democracia". Y eso es un patrimonio común del que ningún grupo político tiene derecho a apropiarse.