WCwomo cabía esperar, Carlos Floriano ha ganado el noveno congreso regional del PP. Y, como también era previsible, lo ha hecho por un margen que, aunque es más amplio del que se esperaba, muestra que en el seno del partido hay personas --personas, más que ideas--, enfrentadas. Pero el tiempo de la confrontación debe acabar hoy. A partir de ahora tiene que imponerse el tiempo de la unidad. Un partido político como el PP, que goza de la confianza de un cuarto de millón de ciudadanos expresada en las últimas elecciones, y que tiene la responsabilidad de gobernar los ayuntamientos de las ciudades más pobladas de Extremadura, no puede permitirse el lujo --por el bien no sólo del partido, sino de la sociedad extremeña, que es lo importante-- de aparecer ante la opinión pública como una jaula de grillos. Por eso, Floriano se enfrenta ahora a una situación que constituye todo un reto político para él: ha ganado el congreso con casi el 72% de los votos, pero ahora tiene que empezar a ganarse a esa parte del partido que no le ha votado. Todos, los ganadores y los perdedores deben atarearse a restañar las heridas. Que han sido tantas que en ese afán deberán estar ocupados prioritariamente. Porque si el PP no alcanza la paz interna, ganar unas elecciones al PSOE sería como dar un puño en el cielo, un imposible.