WEw l Partido Popular de Extremadura quiere que la Junta retire la participación pública acordada a través de la Sociedad de Fomento (Sofiex) en la refinería que el Grupo Gallardo proyecta cerca de Villafranca de los Barros y Los Santos de Maimona. Como se sabe, Sofiex ha comprometido 72 millones de euros, el 20% del capital. La participación de Sofiex se anunció desde la constitución de esta sociedad, en diciembre del 2004 y es, por tanto, uno de los socios fundadores de la misma.

El argumento del PP se basa en que considera que la refinería es una inversión "en contra de los ciudadanos" y que la inversión pública, por el contrario, "debe usarse en beneficio del ciudadano". Su razonamiento, en sentido estricto, es congruente y comprensible: los fondos públicos no se deben utilizar en proyectos sobre cuya idoneidad haya dudas. Sin embargo, el PP no es congruente al adoptar esa posición con respecto a la planta de Gallardo. No lo es porque se trata de una posición ´ad hoc´, exclusiva para la refinería: al Partido Popular no se le ha visto oponerse a la participación de Sofiex en otras empresas, de la cincuentena en cuyo accionariado participa, que también podrían, según esos criterios, no ser idóneas porque algunas de ellas contaminan; tampoco ha llevado a la Asamblea ninguna iniciativa para oponerse a la instalación de centrales térmicas en territorio extremeño, cuando todo el mundo sabe que estas industrias son contaminantes. No es congruente, incluso, con su propia naturaleza: el PP es un partido que ha gobernado España; que ha valorado la creación de industrias también por la creación de empleo, como con natural lógica le reclama el Grupo Gallardo, y su política industrial y medioambiental no se ha caracterizado por desenganchar al capital público de cualquier sector contaminante. Y, por si fuera poco, el PP está integrado en una ideología que, junto a la socialdemocracia, ha modelado desde hace más de 50 años el mundo en que vivimos, un mundo contaminado hasta el punto de que cada vez más científicos estiman que se encuentra al borde del abismo.

El PP está en su derecho de cambiar de criterio. Y muchos ciudadanos, opuestos a la refinería, seguramente lo agradecen porque supone allegar fuerzas en contra de la apertura de la planta. De hecho, su parecer con respecto a este proyecto ha venido variando gradualmente. Pero no es lo mismo criticar el emplazamiento, porque lleva implícito admitir la industria, que no querer que participe Sofiex en el accionariado. Este último movimiento es un salto cualitativo porque significa, de hecho, su oposición a la misma: si la cuestión es de salud ambiental, no querer que participe el capital público es también no querer que lo haga el privado, porque de lo contrario significaría, nada menos, que el PP entiende que el capital privado tiene patente, y exclusiva, para contaminar. Pero para hacer creíble el cambio, el PP debe ser consciente de que tiene que dejar de ser el PP, lo cual le obliga a empezar a colocarse detrás de todas las pancartas que reclamen que no se levante una refinería, que no se construya una central térmica...y que no se prorrogue la vida de Almaraz. Casi un nuevo programa de gobierno, si a eso vamos. Si no lo hace, su actitud contraria a la refinería se verá como un movimiento oportunista, algo que los ciudadanos recuerdan el día de las elecciones.