En esta época precongresual, las aguas del PP extremeño bajan revueltas, por un lado están los que, pese a sus reiterados fracasos, pretenden seguir manteniendo el control y la influencia dentro del partido, aunque sea bajo rostros interpuestos, propiciando un cambio meramente nominalista y aparencial, sustentado en las ventajas que les proporcionan los resortes del aparato del partido, y por otro lado están los que pretenden una renovación basada en un modo diferente de ver las cosas. A ambos no les separan diferencias ideológicas o programáticas sustanciales, la cuestión estriba en que los primeros participan de una oligarquía endogámica y conciben el poder como algo hermético, blindado e intransferible, donde más que el triunfo electoral les preocupa su continuidad, y frente a ellos se alza un grupo alternativo, todavía heterogéneo y sin cohesión interna que, amparado tras sus éxitos electorales en el terreno de lo municipal, se ven con fuerzas, con ganas, con argumentos y con la legitimidad suficiente como para intentar nuevos retos.

En este ambiente de incertidumbre, de recelos y de vacío de poder, la nave popular navega como un barco sin rumbo, porque embebidos en esta guerra de supervivencia política en defensa de posiciones continuistas, han hecho dejación de algunas de sus responsabilidades institucionales, despreocupándose de mantener abiertas las líneas de conexión con el electorado y con las bases de un partido, que ahora camina desorientado en medio de tanta confusión. Donde los dirigentes, en lugar de cerrar la vías de agua, han ocupado su tiempo enviando un SOS de complicidad exculpatoria al barco matriz.

XEL FUTUROx del PP extremeño pasa inexcusablemente por una regeneración que va más allá de lo personal y que afecta a un cambio de imagen, de estrategias y de ideas, debiendo diseñar políticas diferentes, trenzando una red organizativa que posibilite esa labor constante y callada, que dará su frutos en el tiempo, lejos de esas actuaciones esporádicas centradas mayormente en torno a las campañas electorales o a una oposición más o menos estructurada.

Esta larga travesía a través del desierto ha propiciado una situación de desánimo, de decepción y de desestimiento, de la que nadie es culpable, pero que demanda una solución urgente, alguien que traspase esa línea de fuego y trate de encarar el futuro con fe y optimismo, trazando las líneas maestras de una auténtica renovación, abriendo más el partido a la sociedad, hasta que una parte importante de ésta se identifique con él.

Porque un líder no se improvisa de la noche a la mañana, ni puede sacarse de la chistera pronunciando las palabras mágicas, ha de ser alguien capaz de despertar el entusiasmo y la admiración de mucha gente, forjado en la brega diaria, lejos de ese perfil acomodaticio y dubitativo de quien se deja gobernar desde fuera, un líder ha de ser el general que siempre va al frente en la batalla, alguien que no se limite a interpretar una música que inventaron otros.

Aunque el tiempo finalmente suele poner a cada uno en su sitio, no siempre triunfan los mejores. Pero este terreno minado que deberá sortear el candidato a lo largo del proceso electivo, dará la justa medida de su capacidad de negociación y de su valía, ya que ante las dificultades y ante el castigo es donde se forja el carácter, renunciando a tomar el atajo de un apadrinamiento ventajista que nos retrotraería inevitablemente hacia las prácticas manipulativas y de perfil bajo de otros tiempos. Porque la cocina extremeña puede tener mayor o menor calidad, pero el congreso del PP de Mérida, no merece que alguien pretenda colar por la puerta falsa un menú precocinado desde los fogones de Génova, eso sería lo mismo que infravalorar la capacidad de discernimiento de los extremeños.

Hay partidos que basan su unidad en una uniformidad artificial y ficticia, cuando la auténtica cohesión ha de surgir fruto de la necesidad de llevar adelante un proyecto común, y esto exige llegar a acuerdos, aceptar el contraste de pareceres, la pluralidad y la discrepancia, ya que mal gobernará cualquier parcela de la sociedad quien es incapaz de gobernar su propio partido, pero una vez terminada la etapa congresual, nada debe impedir que todos caminen con la mirada puesta en un mismo objetivo, sin posibilidad de fisuras, de revanchismos, ni de resentimientos.

La persistencia en el continuismo, a pesar del fracaso, es la carta más decepcionante a la que puede quedarse un partido, porque significa renunciar de antemano a intentarlo de nuevo, perder la esperanza, sumirse en el determinismo de un fatalismo ciego y derrotista.

El PP extremeño tiene una cita ineludible con la renovación, un cáliz que es inútil que pretenda apartar, porque sería como el enfermo que prefiere tentar su propia suerte, antes que correr el riesgo de pasar por el quirófano. En definitiva, que a algunos se les ha acabado su tiempo, y lo que procede es ir dejando el campo abierto para que lo intenten otros.

*Profesor.