TCtaliente aún el exitoso Primer Congreso de la Lectura celebrado en Cáceres, aparece el paseo de Cánocas cacereño lleno de libros, invitándonos a poner en práctica las recomendaciones de aquel: la Feria del Libro de la primavera ha vuelto.

Como de la lectura se han hecho en este congreso más reflexiones de las que pudiera uno digerir, voy a hablar sobre el precio de la misma.

¿Son caros los libros? Depende. Si se compra sin una buena orientación, fiado únicamente de las loas de la contraportada y la propaganda de la editorial, puede que el libro ni sirva ni guste y entonces será carísimo. En realidad un libro es un melón cerrado: hasta que no lo lees no sabes lo que has comprado.

¿Qué hacer, entonces? Personalmente sigo el modelo de Susan Sntag , fina escritora y compradora lúcida de quien aprendí hace tiempo un plan director: "No compro un libro, si previamente no lo he leído". Más crítica con el libro-melón viene a ser Helena Henff , no menos tierna escritora y aún defensora del encanto de los libros viejos, quien concluye que si lo han leído muchos, transmite, llega y llena: es bueno. En principio ésta parecería una propuesta contra la feria, pero nada más lejos. La gente quiere un libro, no un sucedáneo ni una amalgama de páginas llenas de palabras hueras y vacías. Un libro es una realidad que sirve para vivir porque sugiere, alienta, fantasea, ahorma sentimientos, inspira sueños, informa e impele, llena huecos y busca horizontes, inserta en el universo y saca de él, unas veces colma, otras desinfla, pero siempre hace vibrar. Si tiene al menos una de esas cualidades, el libro es válido y cueste lo que cueste deberá uno hacer el esfuerzo posible para comprarlo y llevárselo a casa a vivir con uno. Con su presencia tal vez fermenten otras lecturas, se engendren nuevos conocimientos, los haga más armónicos, coherentes y hasta relacionados entre sí, camino de un saber completo. La cita es obligatoria: "Solo debería leerse aquello que nos atraviesa el cuerpo como un hacha" decía Kafka . A partir de ahí, surgiría la pasión y la obsesión por la lectura, lo que haría mejorar los objetivos de los libreros. Esto plantea dos exigibles: la necesidad de buenas bibliotecas públicas, que inicien y prendan y la implantación de la excelencia en el entramado comercial para que la calidad prime sobre el mercantilismo. Cuantos merodean y hojean los expositores de la feria lo hacen con el convencimiento de que un buen libro no tiene precio.

*Licenciado en Filología