Madrid y Barcelona continuarán en la fase cero, o en la 0,5 como se ha llamado a ese estado en el que sigues oficialmente en el punto de salida pero te permiten hacer algunas cosas que los demás dejaron ya atrás; como acudir al comercio, con cita previa, y reanudar actividades de bibliotecas, culturales en general, velatorios controlados y cultos religiosos, todo ello con medidas de seguridad y aforos reducidos.

Mientras en la España vista como desheredada, los municipios de menos de 5.000 habitantes, la libertad de movimientos lleva semanas vigente, sin horarios, y casi todo el reto de la España rural o vaciada, a excepción de Castilla y Léon, puede viajar sin restricciones dentro de la provincia, las grandes concentraciones metropolitanas, las que atesoran riqueza y trabajo cualificado de altos sueldos, empiezan a pagar, en sus habitantes, el precio de esos atractivos.

La pandemia se ha desarrollado de forma diferente en Madrid y Cataluña, en parte por sus propias características, en contra de una cierta identificación entre ellas bastante falsa ya que estamos hablando en el primer caso de una comunidad uniprovincial, donde prácticamente toda la población se condensa en un área metropolitana madrileña, una conurbación, y en el segundo de una entidad mucho más amplia territorialmente.

Baste decir que la densidad de población de Madrid multiplica prácticamente por cuatro a la de Cataluña, lo cual a efectos epidémicos tiene su importancia por la facilidad del contagio. La capital de España ha funcionado en cuanto al virus, según algunas impresiones previas, como un verdadero foco expansivo de la infección dada su condición de metrópoli europea, y en consonancia ‘hub’ de transporte aéreo internacional, algo esto último que comparte con otras metrópolis mundiales que se han llevado lo peor de la epidemia: Milán, París, Londres, Nueva York…

En Madrid comenzó antes el foco epidémico e indudablemente ha funcionado como núcleo contaminante de media España dada su condición de ciudad central de servicios y atractivo viajero: ha arrastrado a provincias de Castilla-La Mancha como Toledo o Ciudad Real, a castellano y leonesas como Segovia, Ávila, Valladolid, e indudablemente a la provincia de Cáceres, lo que podría explicar en parte por qué la pandemia presenta números tan desequilibrados respecto a la de Badajoz.

En Cataluña la onda epidémica ha sido posterior, pero ya llevamos un par de semanas en que es más grave que en Madrid en todos los datos, con el agravante de que el comportamiento de la Generalitat ha sido de un cierto ‘juego’ desconcertante en cuanto a las cifras que enviaba al Ministerio de Sanidad -en los primeros días, pese a que se cerraban a las nueve de la noche los mandaban a las doce y contradictorios entre sí, y se han producido saltos inexplicables-, que finalmente parece haber corregido con una cierta sensatez que no ha demostrado, ni de lejos, esa caprichosa, incalificable, provocadora, irresponsable e irritante presidenta de la Comunidad de Madrid llamada Isabel Díaz Ayuso; que ha condenado a zonas de la comunidad, como puede ser la norte, o la sureste, a la misma celda en la que ha metido, desconcertada y estresada, a la población del área metropolitana madrileña.

GRANDES URBES, Barcelona, Madrid, que están pagando ahora el precio de un cierto “éxito” basado en la extracción demográfica y económica a la que someten a esa España que vacían de jóvenes sin futuro, convertidas en fabulosos centros de negocio de las multinacionales, o grandes empresas, españolas y extranjeras, del turismo, de la distribución, del negocio financiero, de la especulación inmobiliaria.

Ciegos seremos, serán el Gobierno de España y las fuerzas políticas influyentes, si no sacamos de esto, entre otras, la conclusión de que el modelo nacional, en lo económico, en lo territorial, en lo demográfico, en lo ambiental, es insostenible.

* Periodista