WLw as declaraciones de los responsables de las institucionales, cuando se trata de asuntos que tienen que ver con situaciones de marginación, van siempre muy por delante de la realidad. Así ha ocurrido con las promesas de desalojo de uno de los bloques de viviendas cuyas paredes pueden contar innumerables historias de exclusión: el bloque C de la calle Ródano de Cáceres, para muchos el bloque de la vergüenza porque su existencia es un dedo acusatorio. Hace tres años, gobernando la anterior corporación, se hicieron promesas de que ese bloque quedaría prontamente desalojado. Ese compromiso lo adquirió el anterior alcalde después de que apareciera en una de los pisos del bloque el cadáver emparedado de una mujer. Pero es distinto predicar que dar trigo. Y todavía, según contaba ayer este diario, hay 13 familias habitando el bloque C. Algunas de ellas marcan el territorio y conservan su casa como lugar habitable, pero incapaces de evitar que, a su alrededor, crezca la basura, el deterioro, la ruina.

Los procesos administrativos son lentos: un desalojo masivo no se puede llevar a cabo de un día para otro. No todo este tiempo es perdido, porque se han realojado ya 22 familias, pero el hecho de que todavía permanezcan allí 13 en situación legal, sin que se vea el momento de que lo abandonen, significa que la lentitud no puede ser un pretexto y que, porque la lentitud es característica en este tipo de operaciones, hay que redoblar la diligencia para evitar que tres años después se mantengan las mismas razones para declarar inminente la intención de desalojar el edificio.