TStevero revés dado a todos los españoles por la Comisión Europea al anunciar las previsiones económicas para los próximos dos años. Más del 10% de déficit en 2013 y más del 26% de desempleo en 2014 con escaso crecimiento del PIB, son expectativas deprimentes que sólo permiten extraer una conclusión positiva: la tasa de paro en España tenía techo y en poco tiempo lo habremos alcanzado. Una estabilización en negativo que por sí sola aporta deterioro en el estado de las cosas y las personas por falta de inversión y conservación. Tras cuatro años de precipicio y observando que la cuesta sólo está accesible para expertos escaladores, en la conciencia colectiva se ha instalado un único pensamiento cuasi obsesivo.

Nuestra misión diaria se centra prácticamente en encontrar respuestas a preguntas que muy pocos se atreven a responder. Interrogantes que a medida que pasa el tiempo se tornan en su mayoría en conclusiones pesimistas. Cuestiones que buscan responder algo más que un simple dato económico, una buena medida anticrisis o una correcta gestión del déficit y la deuda.

Detrás, existe el deseo expreso de hacer realidad proyectos de vida, de familia y de sociedad. Ilusiones que a medida que sucumben al paro indiscriminado, se esconden en el cajón de la resignación.

A partir de los datos anteriores, el estancamiento de nuestra sociedad se perfila como la opción más probable para los próximos años, lo que obliga a plantear un escenario distinto en Extremadura. Nuestro avanzado proceso de cumplimiento del déficit, del 0,97% en este momento, ha llevado al ejecutivo autonómico a autoimponerse matrícula de honor en la gestión de este compromiso de la pasada legislatura y a reclamar una recompensa por el esfuerzo exigido.

Una nota que Mariano Rajoy ha decidido compensar otorgando mayor capacidad de endeudamiento a las comunidades autónomas que no han recurrido al Fondo de Liquidez pero que sin inversores que compren deuda no servirá para nada. Sin embargo, en el continente permanece intocable el concepto "austeridad" que sigue siendo la bandera anticrisis que enarbola el sistema financiero.

Con este entorno desfavorable, la ecuación neoliberal de reducir el déficit para después crecer se torna complicada en una economía que no genera empleo sino crece al 2% (así reza nuestro pasado más reciente) y con unas políticas que no pretenden apostar por la generación de empleo público a menos que sea estrictamente necesario.

XA ELLOx hay que sumar que la mayor parte del presupuesto de la comunidad está compuesto por fondos exteriores, por lo que nuestro esfuerzo fiscal a modo de recortes no tendrá como recompensa un aumento de las partidas y las ayudas para prestar servicios y paliar el desempleo. Extremadura necesita fondos públicos, planes de choque y financiación en los mercados. Por lo visto y escuchado, cuestiones poco dispuestas a satisfacer por parte de Moncloa, Bruselas y compradores de deuda.

Por todo ello, el Gobierno de Extremadura tiene ahora la posibilidad de continuar con el ajuste fiscal con mayor sosiego que hace un año y dedicarse en mayor media a atender las coberturas sociales de mayor urgencia. No dejar a nadie en la cuneta de la crisis es una de las reivindicaciones que más aplaude esta sociedad conocedora de las posibilidades de un gobierno autonómico.

Reducir los impuestos propios, implantar servicios suprimidos, reforzar sanidad y educación y crear planes de empleo serían actos agradecidos por los ciudadanos. Aquellos ciudadanos a los que el ejecutivo regional atribuye el esfuerzo de todos de ajustar las cuentas públicas, ahora se merecen un premio. Ese premio que el equipo de Monago pide a los de fuera, lo puede brindar a los de dentro y compensar la continuidad de la política de recortes que seguirá por un tiempo más imperando en nuestro entorno, del que no nos podemos separar.