Si algún día desaparece la prensa en papel, la echaré de menos. Desde que empecé a leer periódicos en la adolescencia, raro ha sido el día en el que no haya dedicado veinte minutos a tan edificante tarea.

Soy consciente de que el goce cotidiano de pasar las hojas del diario mientras degusto el primer café de la mañana perderá su auténtico valor cuando sea imposible de repetir. Leer la prensa es leer el mundo, y hacerlo en versión papel tiene su encanto.

Dicho esto, reconozco que informativamente la prensa digital ofrece prestaciones superiores al periódico de toda la vida. Podemos visitar a golpe de un solo click artículos relacionados, ver imágenes y videos o descargar documentos. Pero el complemento que más valoro de la prensa online son los comentarios de los lectores. Me parecen tan importantes, que suelo evitar medios digitales que no los publican.

Antes debíamos quedarnos con el punto de vista del periodista, y de nadie más. Ahora recibimos muchas apostillas informativas que proceden no de la empresa periodística, sino de los lectores. Por poner un ejemplo, la noticia sobre la retirada en dos supermercados belgas de los productos de El Pozo, caído en desgracia tras un reportaje de Jordi Évole en el que se denunciaba malas condiciones de salubridad en determinados mataderos, estaría incompleta sin las aportaciones de los lectores. Son ellos (animalistas, veterinarios, inspectores de Salud, detractores y acérrimos de Évole, o la propia empresa de alimentación) quienes iluminan todos los rincones oscuros de la noticia.

Estas observaciones nos permiten componer una idea más global del asunto y acercarnos más a la verdad, si es que eso existe.

La prensa digital tiene una serie de ventajas que no están al alcance de la prensa tradicional. El nostálgico papel sigue cediendo terreno ante las nuevas tecnologías, pero lo deseable sería la supervivencia de ambos.