El escándalo de los pinchazos telefónicos llevados a cabo por los medios de comunicación del magnate de la prensa Rupert Murdoch genera una reflexión y, como mínimo, ha de tener dos consecuencias. La reflexión atañe al papel de la prensa en general y, en particular, a las prácticas de la llamada prensa amarilla. ´News of the World´ y ´The Sun´ han llevado hasta el paroxismo el concepto de exclusiva. La investigación está en la misma esencia del periodismo como mecanismo de control democrático y como herramienta de la que goza la ciudadanía para hacer frente a los análisis interesados del poder. Ante la corrupción y la mentira, las ansias por descubrir el lado oscuro y desvelar la verdad forman parte del ADN del periodismo responsable y comprometido. El amarillismo consiste en pervertir esta formulación: en el camino criminal de este tipo de prensa se pierde de vista el objetivo final (la veracidad) para dar prioridad a los métodos. Ahora que el Parlamento británico ha tomado cartas en el asunto, las consecuencias tendrían que afectar al grupo de Murdoch para poner límite a sus malas praxis profesionales, amorales y perniciosas. Pero también puede verse afectado por la polémica el líder conservador, David Cameron, al haber fichado como portavoz al responsable último de tales desmadres. Por el bien de la libertad de prensa, luz y taquígrafos.