A Zapatero le empiezan a crecer los enanos. Tras conocer que el Tribunal Constitucional había recusado al magistrado Pablo Pérez Tremps --pieza clave a la hora de considerar la constitucionalidad del Estatut-- el estado de ánimo de sus próximos se repartía entre el abatimiento y la indignación. Algunos se resignan, otros están porque el mencionado magistrado renuncie y pueda ser sustituido a tiempo por otro que pueda hacer suyas las ideas de Pérez Tremps respecto del encaje constitucional del nuevo Estatuto.

El durísimo alegato de Teresa Fernández de la Vega , la vicepresidenta del Gobierno, contra "aquellos cuya estrategia política tiene como objetivo paralizar una ley capital para el funcionamiento del Estado", la adscribe al bando de quienes no se resignan a perder el Estatut en las procelosas aguas del desemparejado Tribunal Constitucional. La recusación tiene fundamento para quienes la han planteado (Federico Trillo en nombre del PP); en contra están quienes creen que el Estatuto que fue aprobado en referéndum ya fue expurgado a su paso por el Congreso.

¿Estaba contaminado Pérez Tremps para entender del recurso planteado? Si atendemos al resultado de la votación, sí. Si nos damos una vuelta por la situación política, entonces la cosa cambia. Entonces llegamos a la desoladora conclusión de que todo es política. También en el sollado del Tribunal Constitucional. Claro que eso no es novedad, es noticia vieja desde los tiempos de García Pelayo y la expropiación de Rumasa . Lo nuevo, ahora, es que casi todos dan por resuelto el caso que plantea el recurso del PP contra un centenar de artículos del Estatut y resulta que el Tribunal ni siquiera ha entrado a considerarlo, sabiendo que el Estatuto fue refrendado --por los pelos, pero refrendado--, que ya es ley y que ha entrado en vigor. Todo eso, amén del análisis del texto recusado, gravita sobre las cabezas de los magistrados del Tribunal Constitucional que han de decidir sobre una cuestión que tiene la llave de la estabilidad política de Cataluña. Y, de paso, de la del resto de España.

No quisiera estar en su pellejo. Tampoco en el de quien alegremente --quizá cuando ni soñaba que podía ser presidente del Gobierno--, en el calor del mitin, se dejó llevar por la improvisación y prometió asumir lo que decidiera el Parlamento de Cataluña. El Estatut es fruto del empeño y la obra de la burguesía política catalana, pero quien alegremente actuó de conseguidor fue el ciudadano Rodríguez Zapatero. Visto lo ocurrido en el TC, se comprende la preocupación de sus colaboradores más sensatos.

*Periodista